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Fidel Castro y el culto a la personalidad

Señor Director:
Murió Fidel Castro. Un hombre responsable del derramamiento de sangre no sólo en su país, también en el resto de América Latina e incluso en África.

Pero su responsabilidad es sólo parcial. Quienes derramaron la sangre fueron sus feligreses. En Centro América hubo un país que casi quedó anémico.

No tiene sentido compararlo con otros dictadores para equiparar cuentas y balancear ecuaciones. Eso sería caer en un juego de lacayos que justifican las fechorías de sus respectivos amos.

El problema no fue (ni es) Castro. El problema es el castrismo. Cuesta comprender —y, por consiguiente, empatizar— con aquellos hombres que flectan su rodilla ante otros hombres. ¿Yanaconas o lacayos? Poco importa saberlo. Lo importante es el común denominador: la genuflexión. Qué falta de dignidad. Ella es típica de del servilismo latinoamericano.

Por eso, en esta parte del mundo el sufijo “ismo” se predica mucho más de las personas que de las ideas. Una manifestación más de la propensión del Tercer Mundo a las idolatrías. Pulsión que cristaliza en el culto a la personalidad.

Luis R. Oro Tapia
Politólogo

OvalleHoy.cl