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Inolvidables Vivencias

Ha concluido un segundo año en el que he tenido el privilegio de compartir con ustedes sorprendentes vivencias en contacto directo con la naturaleza, a través de mi espacio El Pulso de La Naturaleza en revista BIOMA. El comentario que hice al inicio del año pasado, cuando reflexionaba sobre las publicaciones del año anterior sigue tan vigente como entonces…

«A veces me parece que las cosas sorprendentes que veo, son el fruto del preciosismo insuperable del guionista de una gran película, pero no es así, el entorno natural no es una fantasía, es real, es tangible, es una consecuencia del preciosismo del todo, y está al alcance de nuestra mano, o más bien dicho de nuestra percepción».

En esta ocasión he querido hacer un recuento de los pasajes más emotivos de los relatos publicados durante el año pasado, para rememorar y compartir con ustedes las emociones casi indescriptibles de estos increíbles acontecimientos. Recordar por ejemplo, la descripción de uno de los momentos más conmovedores al adentrarse en el mundo nocturno de la chinchilla…

«Hasta los más inaccesibles parajes de la montaña semiárida, llegó la trampa y la piedra implacable a silenciar la voz de la chinchilla, el baqueteo y otros métodos violentos, se hicieron presentes para arrancarlas de cuajo de sus cálidos refugios, despojándolas de su milenaria supremacía nocturna, apagando la luz de su vida que desde tiempos inmemoriales, noche a noche se concertaba con la luz de las estrellas».

«Repentinamente, un sonido inconfundible puso fin a mi visión de la tragedia, un canto metálico llegó hasta mis oídos como una esperanzadora noticia. Sí, era el canto de una chinchilla que levantaba su voz sobre la brisa nocturna para decirme que aun había esperanzas.»

Por su parte, muy dramático resultó el relato publicado en el mes de febrero titulado, «El Momento de Morir», que cuenta la historia de un búho chileno herido que pese a los esfuerzos por ayudarlo, inevitablemente murió dejando una profunda tristeza…
«Permanecí a su lado convirtiéndome en testigo de su trágico desenlace; en un breve lapso de tiempo lo abandonó toda esencia vital, poco a poco su cuerpo se aflojó atraído por la fuerza gravitacional hasta quedar tendido en el piso en una posición inerte que indicaba que nada más se podía hacer por su existencia».

«Las causas específicas de su muerte no las puedo precisar, pudo ser un cuadro infeccioso pos operatorio o quizás un alto grado de estrés, eso nunca lo sabré, sólo puedo decir que le presté todo el apoyo que estuvo a mi alcance y que al final de este dramático proceso, estuve con el en uno de los instantes más difíciles y misteriosos para una criatura viviente… el momento de morir».

En contraste con el episodio anterior, el relato de mi experiencia con el picaflor cordillerano en la pre cordillera de la Región del Maule, resultó muy reconfortante. De esta publicación seleccioné el siguiente párrafo…

«De aspecto etéreo casi mágico, como si flotara en el aire, avanzó algunos centímetros hacia mí y luego retrocedió, inclinando levemente la cabeza hacia ambos lados analizándome con su mirada, luciendo una cola larga y ancha casi completamente blanca. En ese momento una suave brisa producida por sus alas envolvió mi rostro, como si el abanico de un espíritu del bosque quisiera calmar mi agitación…»

Muy impresionante resultó mi encuentro con un hermoso ejemplar de garza cuca en la desembocadura del río Limarí en los límites del Parque Nacional Bosque Fray Jorge…
«Repentinamente, esta formidable garza cobró vida como si despertara de un sueño profundo, lanzando un poderoso y sorpresivo picotazo en el agua, atrapando con la velocidad de un rayo a un sorprendido pez que se retorcía en sus fauces, emitiendo destellos metálicos antes de ser engullido irremediablemente».

Recuerdo como si fuera hoy que después de un tiempo prolongado, esta enorme garza continuaba en el mismo lugar poniendo en práctica su sorprendente estrategia de caza…
«Al volver mi atención hacia el sector en donde se encontraba la imponente garza cuca, comprobé que todavía permanecía en el mismo lugar. En ese momento un grupo de taguas de frente amarilla se le acercaban indiferentes, empequeñecidas por su imponente figura, mientras que ella permanecía inmóvil en espera de una nueva presa con paciencia infinita, imperturbable, completamente abstraída del tiempo y el espacio… como una verdadera estatua viviente».

En el mes de Mayo se publicó el relato Vocación de Solitario, en el que compartí con ustedes los detalles en torno a los días en que nuestro amigo el zorzal mero, nos sorprendió al llegar hasta las mesas de la pérgola con tres hermosas crías…

«Mientras almorzábamos, puntualmente se instalaba con sus retoños en la mesa continua, luego volaba repetidas veces hacia nosotros, recibía comida de nuestras manos y se devolvía a la otra mesa alimentándolos por turno uno a uno, con dedicación y admirable esmero».

«Así nuestro amigo muy especial iba y venía una y otra vez, entre nuestra mesa y la de sus crías, con una entrega maternal o paternal digna de admiración, movido por un impulso que afloraba desde lo más íntimo de su naturaleza, como si fuera víctima de un inevitable sortilegio en pos de la perpetuación de su especie».

Los imperdibles detalles de la anhelada lluvia que llegó en un afortunado día de invierno y se prolongó durante la noche, quedaron plasmados en los siguientes párrafos del relato titulado Llanto de Nubes…

«El rumor de la lluvia se acentuó en la profundidad de la noche, elevando a los cuatro vientos un mensaje inequívoco, una buena nueva para la infinidad de criaturas vivientes de casi todos los reinos que habitan en este riguroso y a veces implacable ambiente».
«La intensidad de la lluvia parecía anunciar días mejores. Parecía poner término por fin, a las azarosas pruebas de sobrevivencia de los estoicos seres de este mundo semiárido. Parecía neutralizar la implacable sequía levantando su voz en la oscuridad, como un prometedor concierto del más talentoso y consagrado coro de aguas».

La fragilidad de un nido de tórtola y la sorprendente sabiduría de la naturaleza quedan de manifiesto en el relato publicado en el mes de Agosto titulado Una Cuna Muy Precaria…
«Me deslicé cuidadosamente entre ramas y espinas hasta que mis ojos se asomaron a la intimidad del nido. En ese momento se desplegó ante mí la más tierna escena; dos pequeños y arrobadores polluelos cubiertos por suaves y ralas pelusas amarillas, con ojitos cerrados y movimientos temblorosos, permanecían en su precaria cuna como una inmejorable alusión a la fragilidad».

Este año la ansiada primavera se manifestó tímidamente y sus detalles quedaron plasmados en el artículo de Septiembre titulado Aires de Primavera…

«Infinidad de frágiles y delgadas hebras blanquecinas, emergían como si se desenrollaran desde el interior de las semillas, abriéndose paso en la tierra húmeda en una urgente búsqueda de la luz, movidas por un incontenible impulso conocido por los eruditos como fototropismo positivo».

«Al llegar a la superficie, se asomaban a la luz del día investidas con el color de la clorofila, pintando el paisaje a ras de suelo del más vivificante verde primaveral, como una extensa alfombra tejida con gramíneas, alfilerillos e infinidad de hierbas anuales, que cubrían planicies y faldeos cambiando por un instante la impronta del paisaje semiárido».

En el mes de Noviembre publicamos Vivencias en el Guayacán, que entre otras cosas nos trajo interesantes entretelones de la vida de dos camadas de roedores cola de pincel, compartiendo su madriguera con un polluelo de turca, especie de ave terrestre…
«La pequeña turca los observaba con interés, exhibiendo sobre su cabeza unas largas y pintorescas pelusas desordenadas que acentuaban su encantadora condición infantil. Repentinamente y sin previo aviso desapareció en el interior de la amplia cueva, abriéndose paso entre las crías de degus que entraban y salían de la misma madriguera».

«Al llegar el verano, las dos camadas de degus se veían muy saludables y eran una clara señal de la exitosa temporada reproductiva de la pujante colonia de roedores. Más de una docena de inquietos juveniles, pululaban alrededor del guayacán protagonizando vivencias que nos proporcionaban detalles prácticamente desconocidos sobre su asombroso comportamiento».

El capítulo de los zorros publicado en Diciembre, nos trajo la nota de suspenso y sobrecogimiento…
«Una tarde observamos a la hembra con un diminuto y solitario cachorro llevándolo hasta el abrevadero. La hermosa cría caminaba vacilante entre las patas de su madre hasta llegar al borde de la pequeña poza de agua».
«En ese sobrecogedor momento parecía que el mundo se había detenido; casi todas las especies de fauna silvestre que normalmente deambulan por el lugar habían desaparecido poniéndose a buen resguardo, en prevención de un encuentro no deseado con esta implacable cazadora».
Sin embargo en la naturaleza las situaciones pueden pasar de un extremo a otro y esto quedó en evidencia en este relato titulado Entre Zorros…
«Repentinamente el gran macho de cola prominente y calculadora mirada se levantó bruscamente interrumpiendo su sueño aparente, levantando una urgente mirada hacia el faldeo cercano, mientras emitía un gruñido nervioso que, pese a mi absoluto desconocimiento de su lenguaje, me transmitió una mezcla de advertencia y temor».
«Al instante, el resto de los zorros seguidos por el vigilante macho, huyeron velozmente hacia la parte baja del estero aledaño, provocando a su paso un sucesivo crujir de ramas que se quebraban en la desesperada huída, como si todos los miembros de la familia estuvieran repentinamente dominados por el pavor».

Que inolvidables vivencias. Queridos lectores de esta forma he querido resumir el fantástico itinerario del espacio El Pulso de La Naturaleza durante el año 2014, un espacio creado para maravillarse… para sensibilizarse… y por sobre todo para inspirar un profundo amor por la naturaleza.

Texto: Mario Ortiz Lafferte
Publicados en la Revista BIOMA

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