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La izquierda presa de sus pecados

El Partido Socialista (PS) y el Partido Comunista (PC), los dos partidos con mayor patrimonio en Chile (uno como operador bursátil y el otro como empresario inmobiliario), forman al mismo tiempo parte de una Nueva Mayoría y de un Gobierno cuyo propósito más imperioso era, justamente, el “redistribuir” las rentas obtenidas del trabajo y el talento individual, porque a su juicio éstos eran los causantes de la insoportable desigualdad que adolece Chile y el mundo en general.

No exagero al decir que al enterarme de la noticia concerniente al patrimonio de ambos partidos y de cómo lo habían incrementado, invertido, etc. quedé atónita. La descripción más gráfica sería que quedé muda con ojos de huevo frito, pues el enterarme de que PS era un activo inversionista en la Bolsa de Valores de Santiago, que además de ello, era accionista de empresas que prestan los servicios más sensibles para los chilenos como son por ejemplo, las empresas sanitarias y eléctricas; todas y cada una de ellas, sujetas a leyes que el propio PS ha votado en el Congreso y que no se ha mantenido al margen por un posible conflicto de interés; es más no sólo no se mantuvo al margen sino que ni siquiera dio a conocer tan sensible información, puesto que ellos como eran accionistas de dichas empresas, sólo por el hecho de serlo y de recibir utilidades por parte de éstas; estaban en la obligación moral sino era legal, de dar a conocer éste conflicto, porque es evidente que sus decisiones en el Congreso podían afectar de buena o mala manera la generación de utilidades o costos de implementación de aquellos servicios y por ende afectar así sus utilidades y junto con todo eso, el PS, habría transformado en poco más de 10 años, un patrimonio de $5.000 millones en uno de más de $20.000 millones.

A los días de conocerse esa noticia, el escenario político de la izquierda nos volvió a sorprender, pero ésta vez fue el PC, quien aparecía como el segundo partido más rico de Chile y que recientemente había vendido un centenar de propiedades en la no despreciable suma de $3.500 millones de pesos a través de una novedosa figura que le permitía evadir la obligación de realizar un fideicomiso ciego, en donde ellos, eligieron al comprador que no era ni más ni menos que uno de sus militantes, sin pasado como inversionista y que creó una sociedad para estos efectos, con un pago en cuotas a 10 años plazo.

En mí opinión, no hay nada de malo en ello, pero hacer esto, buscando la “triquiñuela” la fórmula de cómo, dónde y a quién se lo vende y criticar por otra parte al Presidente Piñera por no realizar la venta de sus acciones y empresas antes de asumir la Presidencia de una u otra manera, siendo que él de mutuo propio, sin tener la más mínima necesidad legal de hacerlo de la forma de quienes vociferan que debió haberse hecho. Aquí lo cuestionable es dárselas de “Padre Gatica” o sea el que predíca y no practica.

En sí el problema no es la administración del patrimonio ni el extraordinario resultado del PS en la Bolsa; sino que el reproche es eminentemente moral. Puesto que estamos hablando de 2 partidos que han fundado su acción política en un discurso histórico que durante más de 100 años ha criminalizado el capitalismo y en consecuencia, durante décadas y en todo el mundo, han aspirado a bloquear la iniciativa privada y la acción natural del mercado, que además junto con ello, acusen de chupasangres a los empresarios y de codiciosos a quienes aspiran a mejorar su posición económica (que ha decir verdad a mi juicio la mayoría de los seres humanos aspiran a mejorar su posición económica) y no sólo eso, sino que al referirse a quienes venden y compran propiedades (con recursos propios) los tratan casi como si fueran delincuente.

De hecho hay un reproche todavía más concreto que dice relación con que la izquierda por décadas se ha erigido como el único sector social y político moralmente habilitado para gobernar y representar a la ciudadanía, por “del pueblo y para el pueblo”, fuera descubierta ejecutando las acciones contra las cuales ha levantado un discurso hipócrita que distingue entre personas “buenas” y “malas” y con el que alimenta la frustración de quienes ven en la legítima actividad y talento de otros el origen de sus carencias.

 

Susana Verdugo Baraona.

OvalleHoy.cl