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Los perros en las calles: un problema sin solución

Cada vez que camino por el paseo peatonal ahí está, tendido tomando el sol, el perro que en junio del año pasado me atacó cuando cumplía labores periodísticas en la plaza de Armas.

Tomaba imágenes de una manifestación cuando el animal se acercó y de manera inesperada y sin justificación, me cogió de la pierna izquierda.

En el mes siguiente debí concurrir cada dos días al Sapu del Consultorio Marcos Macuada para la curación de la herida. Una mañana completa cada vez esperando atención, hasta que me fue dada el alta. Afortunadamente yo era mi propio jefe, de lo contrario es probable que también hubiera perdido el empleo.

En esa oportunidad aprendí algunas cosas que, aunque ya viejo, no tenía asumidas. La primera la mala atención que ofrece a los usuarios el Servicio de Urgencia del Hospital de Ovalle donde Carabineros me condujo luego de ser mordido por el perro: esperé entre las 12.00 y las 16.00 horas con la pierna sangrante hasta que una funcionaria me  sugirió que mejor me fuera al Consultorio Marcos Macuada; el aprender en los días siguientes a convivir durante algunas horas con quienes, como yo, esperaban atención de las curaciones en el Consultorio, saber de sus personas, de sus pequeños o grandes dramas personales, del afecto que ponen quienes allí trabajan, aunque a menudo la pega los sobrepasa.

Y que, a pesar del cariño que les tengo a los perros, ellos constituyen sueltos en la ciudad un problema grave que no ha tenido solución, y en el que todos se pasan la pelota unos a otros: en buen chileno, le sacan el poto a la jeringa.

¿Por qué me acordé de ese episodio?

Por la demanda de indemnización por daños y perjuicios que dedujo hace unos días un vecino de La Serena contra la Municipalidad de esa ciudad luego de ser mordido por un perro en la calle, casi en la misma fecha que yo en Ovalle.

El Segundo Juzgado de Letras de esa ciudad sin embargo ahora en marzo rechazó la demanda. En el fallo la magistrada desestimó la acción tras establecer que con la prueba rendida en juicio, “aun cuando se ha demostrado que el demandante efectivamente fue mordido por un perro, no ha sido posible comprobar, si el perro que lo mordió era o no un canino denominado vago o callejero, cuestión que resulta del todo fundamental”.

Más adelante resolvió que la Ilustre Municipalidad ha cumplido con el hecho de publicitar y concientizar entre sus ciudadanos la tenencia responsable de animales; realizar campañas de esterilización y castración de mascotas; destinar recursos y mantener un canil municipal adecuado con profesionales veterinarios encargados; y realizar jornadas de adopción de animales en estado de abandono.

“la Ilustre Municipalidad de La Serena ha cumplido con su deber de servicio estableciendo condiciones apropiadas para controlar los perros vagos que deambulan por las calles”, añade la resolución.

A esa magistrada se nota nunca la ha mordido un perro callejero ni ha pasado lo que tuvo que pasar el demandante, o esperar atención en una sala de urgencias.

A mí nunca-nunca se me pasó por la cabeza demandar al Municipio de Ovalle por el ataque sufrido en la calle por un perro callejero plenamente identificado , que además, según me confirmó carabineros, ha atacado también a otras personas. Tampoco pedir la eliminación del animal.
Sin embargo quedé con la sensación que algo más se pudo y se debió haber hecho.

El animal quedó suelto en la calle, exponiendo al resto de la población (en especial niños) a que en cualquier momento vuelva a atacar, quizás con mayores consecuencias.

Sin embargo, cada vez que es abordado el tema, las autoridades y las agrupaciones animalistas se lavan las manos y hacen notar que la responsabilidad mayor que esos animales anden sueltos en la calle son de sus propietarios que, luego de adoptarlos o que sus perras se reproducen los sueltan en la vía pública porque molestan en sus domicilios.

Y tienen la razón.

Sin embargo no se avanza mucho en el sentido de poner atajo a eso. Por ejemplo con un censo animal, casa por casa, y con la implantación de un chip en estos para conocer la identidad de sus propietarios, cuando sean sorprendidos deambulando en la vía pública. Y , como ha sido implementado en países del primer mundo donde han solucionado el problema,  estas medidas acompañadas de severísimas multas para los infractores. Pero no escucho, veo o leo que se avance con entusiasmo en ese sentido.

Las autoridades municipales de Ovalle reconocen la existencia de alrededor de 2 mil perros sueltos en las calles, resultado aproximado de un conteo efectuado por la Unidad de Gestión Ambiental del Municipio a través del Programa de Manejo Integral de Animales Abandonados de la Comuna de Ovalle (MIIACO). El descargo de los encargados, sin embargo es que estamos muy por debajo del promedio nacional.

Un pobre consuelo sin embargo.

Esto tiene como consecuencia, que cada cierto tiempo surgan «vengadores» que, como una manera de protestar por el crecimiento de la población canina en las calles,  reparten indiscriminadamente veneno en las calles exterminando decenas de animales, muchos de ellos inocentes macotas a las que sus propuetarios han dado libertad durante unos minutos,.

Quiero de manera enfermiza a los perros, pero también deseo una tenencia responsable, porque los seres humanos tenemos derecho a circular libremente por las calles sin el riesgo de ser atacados por un animal suelto. Y que sufra lo que este señor de La Serena y yo vivimos en el mes de junio del año pasado en una calle de nuestras ciudades.

Y eso me lo recuerda día a día el animal que duerme a la sombra sobre las baldosas del paseo peatonal de Ovalle cuando paso a unos metros de él. Y me lo recuerdan las expresiones de asombro de quienes me ven las cicatrices que me dejó su mordedura en la pierna izquierda cuando se me sube el botapié del pantalón:

–    ¿Qué te pasó ahí? ¡Qué horrible!- dicen.

Y la cantidad de perros en las calles crece sin que terminemos de ponernos de acuerdo en lo que hay que hacer.

M.B.I.

OvalleHoy.cl