Maldito Palo

Cada vez que pienso en el Mundial me pasa lo mismo “Maldito Palo”, incluso ahora que han pasado unos meses el sentimiento no se va, es el mismo.

Sabemos que el fútbol es así. Casi siempre ganan los mismos y nosotros no estamos dentro de esos mismos. Pero también sabemos que el fútbol, juego amante de la sorpresa, de vez en cuando hace vista gorda y deja a algún rebelde meterse en la historia. Teníamos mucha fe. Amparados en una selección de futbolistas valientes con una idea clara. En la galería, fuimos la hinchada con más aguante.

A los jugadores: gracias por el triunfo soñado ante los campeones del mundo en el templo Maracaná. También por la emoción inmensa del Mineirao. Pero el fútbol nos dijo que no. Este juego bendito nos vuelve locos. Nos gusta jugar, competir, entretenernos, ganar, perder. Nada nos hace sentir lo que el fútbol nos provoca: gritar a todo pulmón un gol, abrazar al primer extraño que pillemos gritando al unísono, llorar desconsolado una eliminación en penales. No tiene rival este juego maldito. Emociona las ganas de ganar que tuvo el equipo. Emociona las ganas de cambiar la historia. Emociona el himno y las ganas de celebrar de todo un pueblo. La pelota puede pegar en el palo y salir. Puede pegar en el palo y entrar. Así es el fútbol y así es la vida. Esta vez, otra vez, la puta pelota nos esquivó la mirada en el último momento, el fútbol nos gambeteo una vez más y el maldito palo nos miró de frente y nos escupió en la cara.

Dijo Bielsa, formador de este equipo sobre el fútbol: “Éramos todos muy amigos, nos gustaba jugar juntos, la pasábamos bien reunidos, intentábamos hacerlo lo mejor posible. Atacar mucho y luego recuperarla con la ilusión de volver a atacar. Esperábamos la compañía de la suerte”. A la suerte. A la puta suerte, inmanejable, inentrenable, caprichosa. Todavía la estamos esperando.

Ignacio González Mas
Periodista, Bachiller y Licenciado en Comunicación Social
Pontificia Universidad Católica de Chile

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