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Mi marido: El Macho Alfa/Beta

Por un minuto estuve tan orgullosa de mi marido. Se levantó y abrió las cortinas, me iba a traer desayuno, pero eso no es motivo de este orgullo particular, eso siempre lo hace porque es un dulce y no un marido troglodita ni machista, como muchos chilenos, en especial muchos chilenos del campo…

Se quedó parado ahí mirando al horizonte y yo esperando mi desayuno, cuando le cambia la cara de dulce, le aparece la de troglodita y mientras corría raudo hacia afuera, me dice «hay alguien al frente».

Para los que no saben, vivimos al frente de las parcelas donde el Tito ha emprendido sus distintos proyectos, por lo tanto el extraño estaba merodeando nuestra propiedad, pero no la casa.

Y diez segundos después, ya había cruzado el camino – por suerte este invierno le compré pijamas, si no su imagen hubiera sido menos intimidante en calzoncillos – y le gritaba al extraño «qué estás haciendo ahí»…

La verdad es que no era nada muy estilo Hulk, nada muy Rambo, pero sentí orgullo de saber que mi Tito, todo pacífico y bueno que se ve, en circunstancias apremiantes no se caga entero.

Igual sería mejor para la próxima vez que quiera enfrentar a un desconocido que invade tu propiedad, si se arma aunque sea con un tenedor o una cuchara, pero me imagino que la testosterona no lo dejó pensar tan bien y que si el «delincuente» hubiera sido un car’e jarro y le hubiera dicho «te estoy robándote y qué? Te vay a pararte pollo?», entonces lo hubiera lamentado.

Por suerte, el transgresor de cercos era sólo un viejo poniendo trampas de conejo sin permiso, al que mi marido le llamó muy fuertemente la atención, dándole una cátedra de propiedad privada. El viejo sólo le contestó «entonces del cerco pa acá no puedo entrar?» Y el Tito le dijo «no, no corresponde».

Yo me entré muy orgullosa; desde donde estaba, no pude ver nada, pero escuché toda la conversación. Alberto entró un minuto después y me iba a decir lo que pasó, pero yo le dije que ya lo sabía, que lo felicitaba por haber actuado rápido y bien, que no puede andar gente rondando la parcela, porque después nos van a robar las nueces.

Entonces me dijo que el viejo le dio pena y que le dio permiso para ir a ponerlas al fondo de la parcela… En ese minuto se desató el infierno y creo que si el Tito hubiera podido cambiar las cosas, pediría que el viejo fuera un car’e jarro y lo matara, antes que escuchar mi reto que no paraba.

Si el Alberto hubiera nacido mina, sin lugar a dudas habría sido de esas tontas que dicen «solamente la puntita» y después tienen trillizos por giles. Igual lo amo, porque en el fondo, mi troglodita no puede parar de ser dulce.
Por Carla Molinari

Texto de: El Semanario de lo Light. Historias livianas para reír un rato. http://blogdelamolix.blogspot.com

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