La tradición de disfrazarse y salir a pedir dulces ya está asumida en la sociedad chilena. Una celebración anglosajona que se ha adaptado en casi todo el mundo y Chile no es la excepción.
Quizás el sentido de la celebración no es de conocimiento de los pequeños, que sólo disfrutan con ponerse un disfraz y llenar sus bolsas de caramelos, que por más que llamen a tener precaución en el consumo, no han perdido popularidad.
“Salgo con mi hermanos pequeños y sus amigos. Soy como la tía que los cuida. Mucha gente le da dulces a los niños y es bonito ver como se entretienen y se hacen amigos nuevos. Además que uno también se entretiene viendo disfraces” cuenta Francisca, quien junto a tres pequeños recorría las calles de la Población El Mirador.
Las calles llenas de niños disfrazados corriendo de un lado a otro y gritando en las casas para pedir dulces, rememora los tiempos en que salir a jugar a la calle era la única forma de entretención.
“Hoy en día es más fácil y cómodo para los padres ponerle un dibujo animado en la tele o pasarle el celular con un juego y se quedan quietos y entretenidos. Pero no se ven tan felices como éramos nosotros saliendo a jugar con los amigos a cualquier cosa” relata Guillermo, quien pidiendo dulces junto a su pequeño hijo, quiso dar su opinión.
El llamado es a cuidar la salud de los menores. Es sabida la reacción que produce tanta azúcar en sus pequeños cuerpos. Alterando en su organismo la energía, propiciando la aparición de caries y obesidad, por lo que los padres y madres no deberían temer quedar de “monstruos” por restringirles el consumo de caramelos a sus niños.