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Por una Educación No Sexista

La demanda social por una educación no sexista es algo que nos debería  movilizar a todos pues  no se trata de “machismo” o “feminismo”, se trata de justicia, de igualdad de derechos y de igualdad deberes.

Se trata de crear, fortalecer y de  vivir en  una mejor  sociedad donde  eso de  “todos y todas”   que se escucha en los discursos tenga sentido real y sea tan natural como respirar. Ya no se trata de ser “machista” o “feminista”, se trata del respeto a todas las personas por el hecho de ser personas.   

En Santiago se abren a  la posibilidad de que los colegios emblemáticos, aquellos colegios solo de hombres y solo de  mujeres, sean mixtos. Las estudiantes de carreras como derecho en la PUC se atreven a hablar de cómo sus profesores  aprovechándose de su lugar de poder  y sus propios compañeros, las menoscaban  por el sólo hecho de ser mujeres en una carrera  tradicionalmente de hombres. Otros liceos y colegios están  en toma y exigen  mejorar los protocolos contra el acoso y  abuso sexual o los abusos de poder.   Estas demandas sociales una vez más, como el año 2006, emanan desde los estudiantes y ponen en la discusión nacional esto de la  tradición y sociedad machista que hemos considerado normal durante siglos y que querámoslo o no, nos ha traído un estancamiento cultural  y una ceguera de leche, como decía Saramago, que se cura con un solo jarabe: el respeto a la dignidad y a la igualdad de derechos y deberes.

No olvidemos que la lucha por la igualdad hombre-mujer ha sido una de las  luchas más prolongadas de nuestra historia y hoy más que nunca, gracias a los estudiantes nuevamente, tenemos esperanzas de  lograr esa tan anhelada equidad de género.  Ellos abogan por  una educación No Sexista. Pero cabe señalar que no es  un término nuevo pues que esté en boga hoy  no significa que antes no se haya estudiado o no se haya puesto atención a esa deliberada y tóxica manía de asignar valores y capacidades diferentes a hombres y mujeres.  Ya a inicios de  los años noventa, si es que no antes, en España se ponía en evidencia que “el sistema  educativo exacerbaba las diferencias (inexistentes) entre hombres y mujeres”, (Ana Mañeru, 1992) cubriendo la realidad con estereotipos y paradigmas aceptados tradicionalmente.

Afortunadamente, los cambios que se evidencian no respetan tradiciones impuestas  por el yugo medieval y  apologético  de creer al hombre superior a la mujer solo por el hecho de ser hombre.   Aunque para ser objetivos , a lo largo de los años se han dado pequeños pasos.  Verán, hace unos veinte años  no se concebía que un hombre trabajara de secretario, de azafato, educador de párvulos o bailarín. Eran terrenos, casi exclusivos de la mujeres – seguramente llevadas y acorraladas hacia esas latitudes laborales –  y cualquier hombre que recorría esos senderos  era mal mirado por esa sociedad que respetaba la tradición  que se trasmitía de generación en generación ( ¿o tal vez era degeneración en degeneración?).  Hoy vemos que no hay trabajo o carreras que sean exclusivas de hombres o de mujeres. Otro ejemplo de avance  por una educación No Sexista, aunque quizás motivados por otros intereses, pero no por ello menos valientes y valederos, se dio en el colegio donde estudié   (mejor dicho en el colegio donde estuve porque  de estudiar, nada). A inicios de los noventa  se    tomó la decisión de dejar de ser un colegio solo de hombres para transformarse en un colegio mixto. Esa decisión no estuvo  exenta de debates entre quienes estaban  a favor o en contra de tal cambio pues la tradición indicaba que  no se debían permitir mujeres.  Lo mismo ocurrió con el Liceo de Hombres y antes con el Liceo de Niñas. Sí se avanzó. Pero aún falta.

Para  terminar con esas tradiciones es necesario  por una parte  desaprender lo aprendido, y por otra ver que esas prácticas anacrónicas  nos afectaron más de lo que creemos y nos afectan día adía en la crianza de nuestros hijos o en las aula donde  algún comentario o broma que se hacían por aquellos años  hoy tendrían una connotación diferente y arriesgarían demandas.  Sin ir más lejos, le pasó a una educadora de párvulos quien durante su proceso de   Evaluación Docente le dio  a sus alumnos/as un  ejemplo  diciéndoles  algo así como “y cuando la mamá está en la cocina haciendo almuerzo (…)”.  Fue un ejemplo  como muchos otros, inocente si se  quiere,  que sin querer darle una  connotación sexista, la tiene,  pues esa educación de “la mamá en la cocina” y “el plato más grande para el papá”,  es muy difícil de erradicar. Finalmente en la retroalimentación de su evaluación  a la educadora le indican que debe evitar  dar ejemplos machistas y debe velar por la  igualdad de género.   En eso estamos todos, sin duda. 

Estas tradiciones mal entendidas son como el agua estancada  de un río:  mientras unos metros más allá éste  se renueva constantemente y bulle de vida, la parte estancada se transforma en aguas polutas e hipóxicas.   Debemos ser un río caudaloso, lleno de  cosas nuevas . Y así como los emblemáticos de Santiago se abren a los nuevos desafíos de las demandas sociales,  aquí en nuestra ciudad  también quizás se renueven las aguas. Podría ser, digo como una humilde opinión, que quizás el único colegio que queda de mujeres se abra a la posibilidad algún día de ser mixto. Se me ocurre. No lo sé. Y tal vez el liceo ya no sea “De Perry”  pues ese sentido de pertenencia   al esposo debe ser el  ejemplo  más claro y patético  de la sociedad  tradicional machista.

Es hora de cambiar  pues, la demanda social por una educación no sexista es algo que nos debería  movilizar a todos. Para ese cambio de debemos comenzar  por borrar de nuestro léxico  las palabras “machista” y “feminista”  pues ya no se trata de   machismo o feminismo, se trata de justicia, de igualdad de derechos y de igualdad deberes. Se trata de crear, fortalecer y de  vivir en  una mejor  sociedad donde esto que se escucha en los discursos de  “todos y todas”  tenga sentido real y sea tan natural como respirar. Se trata del respeto a las personas por ser personas, no por ser hombres o  mujer.  De esto también (sobre todo) se trata mejorar la calidad de la educación,  no sólo obtener 300 puntos en el SIMCE como creen algunos y nos hacen creer otros.

Hay que ver, escuchar y entender los movimientos estudiantiles pues  lo que no hacen los políticos y sus leyes lo hacen ellos  señalando el camino que debemos tomar como sociedad. El cambio  exterior. Un cambio interno. Así caminaremos hacia un cambio social profundo e igualitario.     

K Ardiles Irarrázabal

Columnista

 

OvalleHoy.cl