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Candidaturas, precampañas y campañas

Han pasado 3 años desde que asumió la actual Administración Municipal y ya las próximas elecciones municipales están a la vuelta de la esquina.

En la práctica estamos en precampaña de primarias internas entre conglomerados, en tareas de posicionamiento de precandidatos o de reelección de otros que estiman que su gestión lo amerita. Estos últimos, ya sea en beneficio de la comunidad o de su propio proyecto personal.

En un escenario de crisis de confianza, ¿qué papel pueden jugar las próximas elecciones respecto a la legitimación del proceso democrático? En otras palabras, ¿pueden eventualmente las campañas ayudar a la disminución de la antipatía que los ciudadanos de a pie sienten por la política? ¿Y por los políticos?

Son preguntas odiosas, sobre todo considerando que precisamente las artimañas electorales nos han mostrado una realidad si no asquerosa, al menos deprimente. Sin embargo, hay quienes afirman que existe una relación positiva entre campañas y compromiso cívico (interés, conocimiento, esperanzas), lo que les entrega a estas actividades y a sus actores, los candidatos, una gran responsabilidad respecto al futuro de la comuna, de la ciudad y a la recuperación del prestigio de la política, como actividad fundamental en la búsqueda del bien común.

Por lo tanto, es esencial discutir respecto a las características o atributos que debe tener el proceso electoral. Particularmente en el respeto hacia los electores. Queremos ser considerados ciudadanos que piensan y no “clientes o carneros”. ¿Podemos esperar una precampaña y posterior campaña seria, un debate transparente, propuestas con contenido y fundamentos concretos?

Más allá de las prácticas que los candidatos consideren correctas ¿Le importa al ciudadano (y lo convencen) campañas que solo apelan a las frases demagógicas y de corte populista?

Frases tales como: Con Fulano mejor salud…más educación…seguridad etc., etc., sin olvidar chapitas, los rayados, los carteles…dejando de lado el contenido propio de las propuestas posibles de concretar en el marco de las reales atribuciones del cargo al que postulan. Esto es especialmente importante para un provinciano que ha visto frustración como históricamente las promesas de campaña pasan a un tercer plano una vez iniciada una nueva administración.

Por otra parte: ¿debiésemos reclamar campañas cercanas? Evidentemente sí, pero con esto no nos referimos a las visitas a la feria ni a los muchos abrazos y sonrisas para las directivas de la Junta de Vecinos o del Club Deportivo (tampoco a canastas familiares), sino que esencialmente al respeto por las prioridades ciudadanas. Este atributo puede cobrar especial importancia en momentos en los que preferimos hablar de aborto y cambio constitucional en vez de la delincuencia que azota a gran parte de la población.

Para terminar, ¿debiésemos proteger las voces discrepantes? Pregunta complicada, pero probablemente allí está la esencia del proceso democrático. Usualmente nos llenamos la boca hablando de respeto, pero cuando hay alguien que se aleja de la opinión mayoritaria preferimos etiquetarlo de extremista, fascista o simplemente descalificarlo. En este sentido, parece sensato buscar representatividad en candidaturas que, sin grandes alardes propagandísticos, aporten con sensatez a la competitividad al proceso. Con esto no hablamos de díscolos, al contrario, nos referimos incluso a quienes forman parte de coaliciones establecidas, pero creen que tienen algo distinto que decir.

Vivimos momentos políticamente complejos, pero si somos capaces de mirar un poco más allá de la captura de votos, puede ser la oportunidad de comenzar un ciclo distinto, en donde nuestra democracia salga fortalecida y no se transforme en el gobierno de los peores.

Rafael Ledezma Sapunar

OvalleHoy.cl