Voy al supermercado Unimarc Libertad y la cajera me pide el RUT.
– ¿Y para que lo quiere? – le pregunto.
– Es para hacerle el descuento del producto de oferta que lleva – me explica con su mejor sonrisa.
– Es decir que si no le doy el RUT no me hace el descuento de la oferta?
– Así es. El descuento va con la entrega del RUT.
Me marcho sin el descuento, pensando que a la primera me cambio de supermercado.
Ayer voy al TMO para visitar a la organizadora de la Feria del Libro y en la entrada un muchacho me pide el nombre completo y el RUT.
– ¿El RUT… y para qué?
– Son las reglas – me explica.
Como ando con los “turu ruros” y en los últimos días estoy de mecha corta, doy la media vuelta y me marcho.
Entiendo que en el Supermercado quieren el rut para incorporarte a su base de datos, para sus propósitos de merchanding o qué sé yo. Tal vez ahora me empiecen a llegar a la casa emails, ofertas, etc.
¿Pero para entrar a las oficinas del TMO?
Tal vez sea para participar en un sorteo de un abono a un año de actividades del Teatro, o una cena con la Susana Hidalgo en su próxima visita a Ovalle (aunque se enoje la Gorda, mi esposa). O peor aún, sospechen que voy a secuestrar alguna de las funcionarias buenas mozas que trabajan en el lugar. O algo así.
Voy a la Municipalidad y pido hablar con el Alcalde para otro tema y a la salida me doy vuelta y le pregunto a la secretaria:
– Señorita ¿no se olvidó de pedirme el RUT?
– No, ¿para qué? – me pregunta sorprendida.
– No sé, pregunto nomás.
Y bueno, pienso, después de todo ¿quién querría secuestrar al alcalde?
Mario Banic Illanes
Escritor