InicioultimasOpiniónLa flor que nunca se marchita y la sonrisa de la señora...

La flor que nunca se marchita y la sonrisa de la señora Marta.

Mientras camino por el paseo peatonal de Vicuña Mackenna, me reprocho no haberme puesto una chaqueta más gruesa para salir. No obstante me la abrocho, y subo el cuello, el frío de las últimas horas de la tarde me cala hasta los huesos.

Al paso bromeo con amigos que tienen sus puestos de venta de servicios de telefonía y televisión  en la calla y están tan afectados por las bajas temperaturas como yo. Tal vez peor. Al menos tengo la posibilidad de estar en movimiento y con eso, entrar el calor.

De pronto observo sentada en la acera con la espalda pegada al muro de una tienda de retail, a la señora Marta Villagrán, una artesana a la que entrevisté hace unos meses mostrando un caso humano y de superación personal excepcional. No obstante perdió sus dos brazos en la explosión de una carga de dinamita que su ex pareja hizo estallar en la ciudad de Vallenar, dando una demostración de fortaleza increíble, ella se las arregló para superarse y obtiene el sustento diario, fabricando flores de goma eva que elabora con gran destreza utilizando sus dos prótesis.

Su caso conmovió al mismo alcalde Claudio Rentería, que para el Día de la Mujer le entregó un diploma de reconocimiento público en el acto de la Plaza de Armas.

Al verme, su rostro se abre en una sonrisa acogedora.

–    ¿Cómo está mi niño? ¿Cómo ha pasado? – me saluda.
–    Bien, señora Marta ¿y usted no tiene frío oiga? – le respondo el saludo.
–    Claro que sí, ya estoy que no aguanto. Parece que me voy a tener que ir porque se ha puesto muy helado.

Hace unas semanas, con motivo de la crecida del río Limarí por el rebalse el Embalse Recoleta, tuvo que salir huyendo con su pareja de su vivienda en la ribera sur para guarecerse en Potrerillos. El agua llevó gran parte de sus modestas pertenencias.

No obstante eso, la señora Marta “aperró” igual, y a los pocos días estaba en el paseo peatonal fabricando sus flores para ofrecerlas a los transeúntes. Siempre con una palabra amable, alegre y con una sonrisa. Y la gente , la observa con admiración como trabaja con sus dos prótesis y una tijera, y se aproxima a colaborarle.

–    Oiga,  usted se ve bien ¿no? – dice.
–    Sí, estoy bien, por suerte. Con frío nomas.

Le compro una flor de color verde.

–    Una flor verde como el amor. Llévesela a su esposa. Estas, como el amor no se marchitan nunca – me dice extendiéndomela.

Antes de seguir mi camino, le digo:

–    Váyase luego, o si no se va a enfermar.
–    Si mi niño, no se preocupe que me voy altiro. Gracias – responde con esa sonrisa tan especial que tiene.

Y cuando reanudo mi camino, ya no tengo frío. Es que esta mujer, con una sonrisa que parece nada puede apagar, tiene el poder de abrigar el espíritu más frío.

Y llego a casa con mi flor verde en la mano. Esa que nunca se marchita, como la sonrisa de la señora Marta.

M.B.I.

OvalleHoy.cl