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Trucos de sobrevivencia

20 - 10 - 14 mario ortizEn una época en que trabajaba en la Reserva Nacional Lago Peñuelas, de la región de Valparaíso, aprovechando un día soleado de principios de verano, emprendí la aventura de caminar por los contornos de uno de los extremos del lago, en dirección al sector conocido como el zanjón…

A poco andar, me di cuenta que había ingresado en territorio de nidificación de “perritos”, ave zancuda migratoria, pariente del queltehue pero mucho mas estilizada;  Multitudinarios gritos de advertencia parecidos al ladrido de un perro pequeño, me comunicaban que mi presencia no era bienvenida.

A pesar de la claridad del mensaje, continué caminando simulando indiferencia, mientras observaba que numerosos “perritos” se elevaban desde el pastizal, para volar en círculos sobre mí. No cabía duda, todo el sector estaba sembrado de nidos ocultos en la complicidad de la hierba protectora.

Contrariando la voluntad de estos momentáneos residentes, mantuve mi itinerario guardando la esperanza de ver algún nido.  Repentinamente un furioso vuelo rasante hizo contacto con mi cabeza y casi simultáneamente una segunda ave pasó por un costado de mi cara, alcanzándome con un  espolón de sus alas, provocando un leve ardor en una de mis orejas.

Así sucesivamente, una y otra vez  una multitud de  aves  me atacaban sin tregua en medio de interminables “ladridos” disuasivos, hasta que me vi agachado esquivando los enérgicos embates, que a cada minuto se hacían tan osados que me parecía posible atraparlas con mis manos.

Al ver que no era factible llegar a ningún acuerdo, decidí alejarme del lugar tan rápido como me fuera posible.  En medio de la divertida frustración que me provocaba tanta intransigencia, casi sin darme cuenta llegué hasta los bordes de los cuerpos de agua  alargados del sector el zanjón.

El ardor de mi oreja desapareció al instante frente a una nueva escena cautivante…  una hembra de pato jergón nadaba silenciosamente, rodeada de un grupo de polluelos casi recién nacidos que flotaban sobre el agua como si estuvieran hechos de plumavit.

Sus cuerpecitos cubiertos de un fino y suave vellón, apenas rozaban el agua como si estuvieran suspendidos en el aire, haciendo alarde de su extraordinaria flotabilidad.  Repentinamente la madre que se encontraba muy cerca de la orilla, saltó a tierra y cayó de bruces dando una voltereta como si una amarra invisible la sujetara.

Luego, siguió arrastrándose con un ala extendida y la otra recogida, emitiendo gritos que parecían de desesperación.  En ese momento pensé que probablemente estaba enredada en un hilo de pescar y a pesar de los principios de no intervención en los acontecimientos de la naturaleza, quise ayudar, sentí que la vida de esos frágiles y tiernos patitos dependía de mi…
Después de todo pensé, el hilo de pescar era de origen humano lo que me hizo sentir indirectamente responsable de la situación,  además en otras ocasiones había visto aves acuáticas penosamente muertas a causa de estos elementos artificiales. Por este motivo y sin darle mas vueltas al tema me lancé al rescate.

Salté sobre ella con intención de atraparla y liberarla de las amarras que la torturaban y que en mi opinión, ponían en peligro el futuro de esta hermosa familia.  Extendí mis manos y cuando casi la tenía…  desplegó un vuelo impecable, se elevó sin ninguna limitante proyectando sus formas anátidas en el cielo, dejándome tirado en el pasto agitado y profundamente desconcertado.

Rápidamente me senté en el suelo y traté de ubicar a los indefensos polluelos en el agua;  en ese momento comprobé que habían desaparecido como por arte de magia;  en algún recóndito y secreto rincón de los bordes de la charca, permanecían en silencio, intactos y a salvo.

En ese momento y tardíamente comprendí lo sucedido, su madre les había dado tiempo para ocultarse, distrayéndome con un elaborado y fantástico truco de sobrevivencia.

Texto: Mario Ortiz Lafferte
Administrador Reserva Nacional Las Chinchillas
Corporación Nacional Forestal
Provincia de Choapa

Ilustración :  Jaime Castillo.

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