Se define como el retraso de una tarea o función que se encuentra bajo el control de uno, a pesar que habrá consecuencias negativas para nuestra persona.
La procrastinación es muy común en la sociedad. La mayoría de las personas posponen las tareas, al menos de vez en cuando. El 20% de los adultos se autodefinen como procrastinadores crónicos (Harriott y Ferrari 1996). La procrastinación implica saber que se necesita para llevar a cabo una actividad o tarea, sin embargo, no existe la motivación para llevarla a cabo dentro del tiempo deseado o esperado. La procrastinación puede ser aún más generalizada dentro de un contexto académico. Varios estudios han demostrado que afecta entre el 50 al 95% de los estudiantes de pregrado, y se ha encontrado muy pocas diferencias entre etnias, edades o sexos (Ferrari y Beck 1998). En resumen la procrastinación afecta a casi todas las personas.
¿Por qué a los educadores nos importa si nuestros estudiantes posponen las cosas? La respuesta es sencilla: tareas tardías y consultas de pánico a última hora, nos pueden hacer perder el tiempo, pero, la razón principal es que produce una falta de aprendizaje. Las carreras de pregrado requieren que los estudiantes completen sus tareas a gran escala, por ejemplo, desarrollar planes de investigación y su respectivo análisis. Esto supone un esfuerzo sostenido a lo largo de un periodo prolongado de tiempo. Los profesores podemos permitir varias semanas, o bien un mes completo para que los estudiantes realicen tales tareas con el fin que tengan tiempo suficiente para llevar a cabo una investigación en profundidad, análisis reflexivo, producir e integrar aprendizajes y practicar nuevas habilidades. Pero, nos encontramos que muchos estudiantes realizan únicamente trabajos superficiales porque simplemente comenzaron demasiado tarde. Si la procrastinación se ve afectada por las características de la tarea, entonces es controlable por el docente, sin embargo, esto puede provocar una merma en la calidad.
La mayoría de los estudios revelan que la procrastinación académica conduce a una baja en el rendimiento académico. Solomon y Rothblum (1984) encontraron que los estudiantes que habitualmente posponen las cosas creen que su tendencia a hacerlo interfiere significativamente con su situación académica, la capacidad de dominar la materia en el aula y la calidad de vida. Aunque la procrastinación no siempre es perjudicial para el rendimiento (Lay 1986), también es moderada por otras variables como la capacidad cognitiva (Beck 2000), se ha encontrado que la procrastinación está relacionada con una merma en el rendimiento, reflejado en una baja en el promedio de calificaciones en las tareas específicas y en las clases individuales (Owens 1997).
Aunque la procrastinación puede servir para aliviar el estrés en el corto plazo, los estudios de la misma en los estudiantes causaría estrés a largo plazo. Los estudiantes con frecuencia se preocupan por su procrastinación y buscan orientación, ya que les deja sentirse ansiosos, culpables y presionados (Ferari 1995).
Luis Valdivia Araya
Académico Universidad de La Serena.
Académico Instituto Santo Tomás.
Evaluador C.E.I.A. Limarí.