En los primeros trancos de la democracia, superada la dictadura militar, don Renán tuvo a su cargo, el gobierno regional de nuestra zona.
Hombre de larga presencia en la vida política Chilena llegó a nuestra región dejando de lado otros destinos que bien pudo haber reclamado. La diplomacia pudo ser un lugar destacado para este hombre de probadas referencias políticas, prestigio público, y prestancia histórica. Destinos apetecidos, como Europa, los tuvo a su disposición y prefirió esta zona, que es suya por adopción.
Nacido en la zona del Bio Bio recién recibido de abogado instaló su oficina en Illapel, donde conoció a la señorita Carmen Vildósola. A ella unió su vida y en las buenas y las malas enfrentaron el destino que no siempre fue generoso, amable o pródigo. Expulsados, por el gobierno militar, la pareja y sus hijos conocieron la separación del terruño y el exilio. Supieron de dolores compartidos con compatriotas que encontraron en su palabra sabia y actitud solidaria un lenitivo para las penas y amarguras de una vida dura de abandono y soledad.
Vuelto a Chile escogió esta cuarta región para prestar un servicio más a su país. La pobreza del medio nuestro le conmovió. Designado Intendente dirigió sus esfuerzos a superar nuestras carencias y su preocupación más fuerte fué la disponibilidad de agua y la mejoría de los cabreros. Obras como el Embalse Puclaro en Elqui. Los Corrales y el Bato en Choapa, son la demostración perenne de su preocupación y de su visión de futuro. Reconoció, en la escasez de agua, la principal limitante para el desarrollo agrícola y minero de la zona.
Quienes vivimos en este girón de nuestra patria no podemos olvidar la figura magra en lo físico, ciclópea en la actuación pública, de don Renán.
La post guerra de la década del 40 creó un escenario particular en la vida cívica Chilena. Derrotado el nazismo apareció como actor dominante el marxismo y su promesa de redención social. El socialcristianismo soportó el asedio constante de las corrientes materialistas y fueron voluntades fuertes y tenaces como las de don Renán Fuentealba Moena las que mantuvieron en alto las banderas del cristianismo. Cuando la dictadura militar quiso arrasar con todo atisbo de rebeldía los demócratas encontraron en su ejemplo el sostén para su voluntad de resistencia.
Para quienes colaboramos en su gestión recordarlo es un acto de justicia insoslayable. Fuimos testigos de su desempeño al mando de la región, de su dedicación a los asuntos propios de su mandato, de la bonhomía de su alma patriótica y humana, de su inclaudicable dedicación a los más necesitados, de su lealtad a los principios inherentes a sus convicciones y de la sumisión absoluta a su maestro: El predicador de Galilea.
Por Iván Ramírez Araya