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¿Va a ir a la final de la Copa Chile en La Serena?

–    ¡Ni se te vaya a ocurrir ir al partido en La Serena! – me ha advertido la Gorda, mi esposa cuando se enteró de mis supuestas intenciones de asistir al compromiso que el miércoles jugarán Colo Colo y Universidad de Chile por la final de la Copa Chile en La Serena.

–     ¡Pero Gorda, si vamos a ir con el Ángelo! – le discuto.

–    No señor, por ningún motivo.

Es que la Gorda tiene temor de lo que me pueda pasar en un partido de estas características. Ya ha visto demasiado en  la televisión en lo que terminan estos «clasicos», e incluso de amigos que esta semana han ido a sacar sus entradas a la vecina ciudad y han contado sus experiencias con los “seudo-hinchas” llegados desde Santiago.

Por ejemplo un amigo hacía la fila en La Serena junto a su hijo, cuando irrumpió una horda de barristas con camisetas azules que se tomaron la fila, sin que nadie pudiera sacarlos de ahí. Y así otras similares.

Pero la firme es que yo no iría por ningún motivo al estadio. Ahora no.

En los años que viví en Santiago solía ir al estadio todos los fines de semana que jugaba el Colo Colo, fuere en el Nacional o en Santa Laura. Incluso a uno o dos clásicos y partidos finales a estadio lleno.

Eran otros tiempos en los que sólo había hinchadas y no “barras”,  ni delincuentes en el estadio.
Recuerdo por ejemplo cuando en el 76 fui a ver a Deportes Ovalle contra el cacique en el Nacional. Como solía hacer cada fin de semana me instalé inadvertidamente en el sector de la hinchada alba, y cuando me di cuenta de mi error, ya era tarde.

Abrió la cuenta Deportes Ovalle en el primer tiempo (creo que fue el Nene Gómez) y olvidando donde me encontraba salté levantando los brazos para gritar el gol.
Grave error. En los segundos siguientes me taparon a papeles, tapas de botellas, recuerdos para la mamita, bromas, y más de un escupitajo.
Cuando miré atrás tenía a varios cientos de hinchas blancos riendo de mí.

En el segundo tiempo, con una actuación descollante de “Mané” Ponce Colo Colo revirtió el resultado y el marcador finalizó 2 x 1 en favor del local.

La pregunta es si alguien podría hacer hoy lo mismo en el mismo lugar, y salir ileso del estadio.

Aun mas, ¿puede hoy ir alguien con la familia a un partido de esta convocatoria? Eso con la incertidumbre si podrá salir con tranquilidad del estadio si tu equipo ha tenido la “mala suerte” de ganar. O si te encontrarás con una batalla campal entre garreros y policías, con guanacos, zorrillos, agua y gas lacrimógeno incluido.

Eso me parece aún más grave de las irregularidades o actuaciones deshonestas de los dirigentes. Los estadios chilenos hoy están vacíos, no solo por los dirigentes y la calidad de los espectáculos, sino por cierto público minoritario que ha hecho que los recintos deportivos ya no sean un lugar de encuentro para la familia y al que puedas llevar a tu hijo pequeño para ir formando desde ya el público del futuro. Y nadie ha hecho nada al respecto.

Por eso este miércoles sacaré mi trarilonco del cacique desde la cómoda y me instalaré delante del televisor que me regaló mi amigo Paredes, y veré cómoda y seguramente el partido en el dormitorio. Tal vez con una cerveza, si me dejan.

Pero la Gorda no ceja:

–    Y dile al Ángelo que si quiere vaya él solo a La Serena… ¡Tú por ningún motivo! – insiste desde el planchador.
–    ¡Pero Gorda… si ya tenemos la entrada!. – reclamo, aunque sólo por cargarla.

Mis hijas me miran y mueven la cabeza con reprobación. Como diciendo “para que la molesta a la mamá, ah?”.

Mario Banic Illanes
Escritor

OvalleHoy.cl