A finales de enero del presente año, el New York Times publicó un artículo donde se mencionaba la supuesta corrupción que estaría tocando a la familia presidencial chilena, aludiendo con ello al tan bullado caso Caval, que en un sólo negocio, en un corto tiempo y producto de diversas irregularidades, reportó tanto al hijo como a la nuera de la presidenta Bachelet, miles de millones de pesos, posicionándolos dentro del 1% más rico del país.
El cuestionamiento que plantea este medio de comunicación viene del contrasentido que para ellos reporta el que por una parte la presidenta y la nueva mayoría en sus diversas promesas de campaña y como políticas de Gobierno, critiquen el lucro, la desigualdad y el abuso y que por otra parte «hagan la vista gorda» cuando se trata de alguien cercano a ellos. Dando así como único resultado la pérdida en la credibilidad y confianza de la ciudadanía en la imagen de la presidenta, que se encuentra latente aún hoy a más de un año de «destapado» el caso Caval, en donde en una de las encuestas Cadem se señala que más de 71% no cree que Bachelet no supiera de los negocios de su nuera e hijo y el 84% cree y afirma que Compañón tuvo un trato favorable de la justicia, sólo por ser la nuera de Bachelet. Al igual que el diario norteamericano señalado al comienzo, The Washington Post, hace un par de semanas incluyó a la Presidenta de Chile, en el listado de mandatarios más corruptos de América Latina; por lo tanto, debemos e actuar para cambiar la percepción que se tiene del país y de sus autoridades a nivel internacional.
A nivel nacional existen dos estudios al respecto: el primer estudio es conocido como «el séptimo estudio nacional de transparencia», en donde se señalan las diversas irregularidades, casos de colusión y conflictos de interés que afectaron tanto la imagen de los poderes del Estado, la clase política y las instituciones públicas en general; las cuales obtuvieron la calificación más baja de los últimos cinco años y que por otra parte, sufriendo un incremento en la percepción de corrupción en dichas instituciones por parte de la población. El segundo estudio es una encuesta de la Universidad Raúl Silva Henríquez que fue realizada a los habitantes más pobres de la Santiago, en donde el 87.7% opinaron que en Chile hay corrupción y el 81.5% percibe que esta ya existe en el Gobierno.
Por otro lado, a nivel internacional Chile también ha ido perdiendo terreno en cuanto a su credibilidad y confianza sobre el funcionamiento de sus instituciones; puesto que el desprestigio que ha sufrido ha sido tal, que ha llevado a una baja en la inversión extranjera, ya que estos no ven con buenos ojos el aumento en el índice de percepción de la corrupción y la caída en los índices de libertad económica que el país está atravesando; de hecho, dos prestigiosas agencias internacionales (Moody, Fitchcron) advirtieron hace algunos meses que si Chile sigue por esta senda y aumenta su nivel de endeudamiento como ha sido la tónica en este último tiempo esto no sólo podría afectar la clasificación de riesgo del país; sino que también de seguir ésta tendencia habría un impacto negativo en algunos meses, ya que la deuda del país en este primer trimestre del año representa a el 17.7% del PIB, siendo este el mayor endeudamiento que el país ha tenido desde 1994.
El principal responsable de lo expuesto es el actual Gobierno distante de la gente con una visión ideológica obsoleta que no hace más que llevar por un rumbo equivocado al país, la constante improvisación, la falta de capacidad técnica para diseñar las reformas, así como el escaso liderazgo e incapacidad para tomar decisiones en una forma adecuada han hecho perder a Chile, ese sitial en donde era un país digno de admirar e imitar por sus pares al inicio del siglo XXI.
Es por ello que, producto de lo anterior Chile no ha hecho más que perder terreno a nivel internacional, al tener autoridades cuestionadas en los más diversos ámbitos desde declaraciones de patrimonio incompletas, hasta el presunto uso de información privilegiada y tráfico de influencias para el enriquecimiento propio, por lo tanto la moraleja debiese ser que no sólo hay que parecer la mujer del César; sino que hay que ser la mujer del César. No podemos andar por la vida predicando una cosa y haciendo otra, no más doble estándar ni dobles lecturas, queremos transparencia y sobre todo, que todos seamos tratados con la misma vara por la justicia.
Susana Verdugo Baraona.