El fin de semana , leyendo un artículo de prensa reproducido en Facebook, me enteré que padezco de un síndrome grave que se llama “Sexismo Benevolente”.
Es que soy de esos tipos que al andar por la calle en compañía de una dama, le cede el lado interior de la vereda, que les abre las puertas y le cede el derecho de paso, que se levanta en la micro cuando ve una anciana o una mujer embarazada de pie en el pasillo mientras todos los demás varones entierran la cabeza en el diario, se sumergen en la pantalla del celular o miran el paisaje por la ventana. En fin, síntomas que yo creía normales en un varón criado a la usanza tradicional.
Sin embargo, de acuerdo a un destacado sicólogo titulado en dos universidades extranjeras, entre ellas Harvard, y actualmente académico de la Pontificia Universidad Católica de Chile “el hombre que está siendo sexista benevolente puede estar convencido que es un caballero”.
Pero en realidad, agrega: “está poniendo a las mujeres en una posición de debilidad o sometimiento ante los hombres. Esta idea de “las damas primero”, implica eso: tiene esa fachada de amabilidad, pero está diciendo que ellas necesitan ser protegidas, son débiles o que son inferiores”.
Chuata. Y yo que durante todo este tiempo creí ser un caballero, de esos educados con Silabario del Ojo y el Manuel de Carreño, resulta que en realidad soy un sexista benevolente.
Al parecer ahora si el barco en el que viajo se hunde, ya no corre eso de las “mujeres primero” en los botes. Ahora, el que se embarca primero gana. Ya lo dijo el capitán del Costa Condordia ¿lo recuerda? Ese barco turístico que se hundió pero él se subió al primer bote dejando que las mujeres se las arreglaran por su cuenta.
Claro que este asunto puede tener sus lados positivos. Por ejemplo, cuando la Gorda, mi esposa, me pida que le abra los tarros de conserva, o una botella cuya tapa está muy apretada. O que barra el patio, saque la basura o arranque las malezas del jardín, que vea si esos ruidos sospechosos del entretecho son de ratones, porque esos “son trabajos de hombre”, me negaré con justificada razón. Y le explicaré porqué.
– ¿Sexista queeee? – dirá ella asombrada.
– Sexista benevolente – repetiré.
Me mirará en silencio durante largos diez segundos y luego asegurará:
– Mire compadre (Y cuando ella dice «compadre” hay que empezar a preocuparse). Entonces de aquí en adelante usted se lava, tiende y plancha su ropa, se hace la comida y cuida a la Lobita cuando la mamá salga. ¿Está claro?
Y después de ponerme en las manos la canasta con ropa para tender en el patio se alejará farfullando.
– ¡Sexista benevolente, sexista benevolente , quería el perla. Ya le voy a hacer yo .
Entonces recuerdo a mi compadre el Ramón que siempre me aconseja:
– Ya le he dicho compadre que no crea todo lo que dice Facebook.
Y bueno, hay cada imbecil opinando en facebook ¿No?
Mario Banic Illanes
Escritor