En Chile 45.627 personas declararon haber consumido pasta base en el último año, esto de acuerdo al “Décimo Primer Estudio Nacional de Drogas en Chile, Población General”. El informe además señala que en los estratos sociales más bajos prevalece en consumo de la sustancia sobre todo en mujeres con un 1,4 por ciento de la población versus el 0,9 de los hombres. En el caso de los sectores socioeconómicos altos es de un 0,3 y 0,5 por ciento respectivamente y el sector alto presenta un nivel del 0,1 por ciento para ambos géneros.
“Los efectos de fumar pasta base de cocaína dependen de muchas variables: el tipo de preparación, la dosis, la frecuencia de consumo, las impurezas y adulteraciones que contenga, la motivación (estimulante, búsqueda de placer, antidepresiva), entre otras, ya que, cuando se fuma, el efecto es rápido e intenso (se demoran entre 8 y 40 segundos en aparecer y dura sólo unos minutos)” es la información que entrega el Servicio Nacional para la Prevención y Rehabilitación del Consumo de Drogas y Alcohol, entidad que depende del Gobierno.
Carlos de 34 años es parte de ese 0,3 por ciento de la población que consume la dureza de “la pastita”, como el mismo suele llamarle con cierto dejo de cariño. Vive un barrio céntrico de Ovalle, estudió en los mejores colegio de la ciudad , su familia goza de una buena situación económica, sus padres profesionales y sus hermanos también; no obstante su realidad es distinta, no posee ningún grado académico, tampoco trabaja, el sólo “disfruta de la vida”.
“Probé la coca a los 11 años y me encantó, entonces lo seguí haciendo, también empecé a fumar pititos y a tomar alcohol, mis papás no lo sabían, hasta que se hizo insostenible. Después fue un drama constante, aunque no para mí”. A los 23 años fue por primera vez papá, vivió junto con su pareja e hija durante cinco años, pero el vicio fue más fuerte. “Era la familia o la droga” y él optó por lo segundo.
Tiene buen semblante, eso le ha servido de mucho nos explica, pero es extremadamente delgado y tiene los dientes manchados y desgastados. “La pasta la probé porque tenía la nariz destrozada a causa de la coca, eso fue como hace cinco años atrás, luego de una visita al otorrino donde me prohibió seguir consumiéndola. Entonces probé la pasta y el efecto me pareció rico y lo seguí haciendo…. hasta el día de hoy”.
Ahora con dos hijas, no se ha hecho cargo de ninguna, no las ve, aunque tiene contacto telefónico con las mamás y les envía dinero… dinero que le dan sus padres. Explica que las adora, culpa a las madres, a sus familias a la sociedad por no tener acceso a ellas y no hace un autocritica. Es incapaz de hacerse responsable.
Marina Araya, psicóloga, explica que uno de los consumos más difícil de reparar y tratar es la adicción a la pasta base, ya que genera estragos de carácter biológico. Asimismo la persona no visualiza un problema por lo tanto no lo trata, y culpa a los factores ambientales de su conducta para no hacerse cargo de ella, y también para tener un motivo o justificación a su consumo.
Carlos asume su problema, dice que dejará la pasta mientras fuma el raspado de su pipa de cobre. “Esta es la parte más rica, la que hace subir más”, dice con su cara ya transformada, mientras aprieta fuerte la mandíbula. “Ahora pretendo irme a un centro de rehabilitación en Santiago, donde hacen yoga, natación y esas cosas. Es caro, pero es lo que necesito para rehabilitarme”. Sin embargo, sabe que no es fácil, sobre todo porque ya lo ha intentado dos veces, aunque sin éxito.
La pasta, su historia y su prevalencia en los sectores más pobres
La pasta base de cocaína surge como un resultado de una industria que busca introducir en el mercado hasta a sus desechos, ya que, es una droga de bajo costo elaborada de los residuos de la cocaína, procesada con queroseno y ácido sulfúrico, lo que la hace altamente tóxica y adictiva.
Los antecedentes que indican cómo se introdujo la sustancia al país son pocos. Por una parte, en el libro The Making of a global Drug del historiador estadounidense Paul Gootenberg, se explica que Chile era el país que lideraba el narcotráfico de cocaína desde la década del 40, hasta los años 70 y que la pasta base ya estaba en el territorio el año 1952. Así también existen registros históricos que involucran a la dictadura con el ingreso de esta problemática droga.
Lo que sí es claro, es que el consumo se masificó tras la década de los 70, situándose en los barrios más pobres “Desde la dictadura cívico-militar iniciada en el año 1973, se han recopilado datos socio-estadísticos que muestran un salto radical en la distinción comparativa-relacional respecto al capital de ingreso de los ciudadanos, profundizándose en los años 80 y cristalizándose en la actualidad”, como puntualizó el sociólogo Álvaro Santos Parra.
“Desde ahí la injusticia social se transforma en parte de la formula, abandonándola como problema y justificándola como realidad que se alimenta mediante mecanismos de empobrecimiento. De este modo la «guerra contra las drogas» y el consumo de drogas ilícitas se propaga como posibilidad cierta de ejercitar la criminalización de la pobreza. A raíz de lo anterior, es necesario entender que lo que hace la pasta base de coca es convertirse en el arma que violenta para llevar a una legitimidad forzosa que justifique la represión” agregó Santos Parra.
Y es que la sustancia es particularmente nociva, ya que, desde el consumo experimental al consumo problemático hay una distancia mucho menor que lo que pasaba con otras drogas, es decir, aproximadamente dos meses para generar una adicción que demande altas dosis diarias. Esto crea en los barrios de estrato social más bajo – lugares donde más permea la droga por su bajo precio y su rápido efecto enajenante- verdaderos ejércitos de zombies.
Ovalle un mall de la pasta
En la ciudad existen una gran cantidad de poblaciones donde se vende la droga, y aunque el Comisario de la PDI Raúl Muñoz manifieste que no se habla de sectores para no estigmatizar los barrios, todos saben cuáles son los lugares donde se da la venta y consumo más problemáticos.
Las estadísticas locales son poco precisas porque generalmente se centran en la región y el desglose de las provincias es bastante inexacto, pero la verdad es que el consumo en Ovalle ha ido en aumento, como también los puntos de microtráfico, porque como señaló Carlos, “la pastita está en todos lados”.