El cambio de horario de verano tiene muchos efectos positivos en el organismo. Lo primero, es que trae consigo más horas de luz natural y con ello, la posibilidad de realizar más actividades al aire libre, entre ellas actividad física, que será de gran ayuda a la salud de cualquier persona. Mejora el estado anímico, tanto por la luz solar como por el aumento de actividad a aire libre y/o deporte. Por lo tanto, será un beneficio completo.
No obstante, durante el proceso de adaptación de este nuevo cambio horario, pueden producirse algunas complicaciones que se vean reflejadas en molestias y alteración del sueño, al producirse dificultad para dormirse en las noches. Ello, porque el horario estival hace que los días sean más largos, confundiendo al organismo y su reloj biológico, acostumbrado a otra hora para descansar. La falta de sueño en sí puede gatillar somnolencia e irritabilidad. Pero se trata de un proceso normal, que tarda algunos días para adaptarse al 100%.
Los más expuestos a estos cambios son los niños, especialmente en edad lactante, puesto que tienen una rutina previa establecida, y no comprenden, por ejemplo, por qué las mañanas están más oscuras, optando por querer dormir esas horas y no durante la noche. Lo mismo puede ocurrirles respecto a su alimentación, que también se rige en base a rutinas y horas estructuradas.
Astrid Munzenmayer
Directora de Enfermería
Universidad Andrés Bello