Aun no se apagan los rezongos de la sociedad patriarcal con motivo de la conmemoración de los 50 años de la Reforma Agraria, innumerables artículos y sesudos comentarios en los medios nacionales rememoran la ley que transformó el agro chileno en una actividad productiva, moderna, exportadora y quizás su máximo logro.
Además de terminar con el latifundio, eliminó y para siempre el sistema de inquilinaje consustancial con una sociedad medieval, atrasada , y rompió con una forma de vida y de trabajo que se arrastraba por más de 200 años y que tenía sometida a la población campesina a la voluntad absoluta de los propietarios de la tierra.
Es probable que en el Centenario de la RA continúen las reacciones y las recriminaciones de los descendientes de aquellos que se sentían perjudicados del proceso, pero a esa fecha es probable que las uvas, las paltas y/ o los vinos del Limarí sean degustados por los terrícolas primeros habitantes del planeta Marte.
He tenido la oportunidad de recorrer los Llanos de Limarí y me he encontrado con una sorprendente realidad impensada .Por un camino asfaltado fui sorprendido por un verdadero vergel tapizado de plantaciones de paltos, vides y una variedad de hortalizas en plena cosecha para llenar los puestos en la Vega Central o el mercado Lo Valledor de la capital, todo aquello una derivada directa del proceso de Reforma Agraria chilena.
Una enormidad de plantaciones de alcachofas, lechugas ,apios, brócolis y otras hortalizas que dinamizan la economía local, ahí desde el mismo predio, desde el potrero potentes camiones con sus respectivos carro, son cargados diestramente por las manos expertas del Tilico y sus ayudantes, (los antiguos peonetas que se paraban en la entrada de la ciudad esperando algún cliente)que se constituyen en un eslabón indispensable en el proceso de la cadena productiva, con sapiensa producto de sus años de trabajo colocan en las carrocerías de los camiones una hilera de matas de apio en escaleras como expertos albañiles en una ubicación precisa que remeda la obra de un experto arquitecto, apio sobre apio le da ese toque tan práctico ,pero estéticamente hermoso, y/o las cajas plataneras que en su vientre llevan alcachofas, la argentino o quizás, las españolas, con la delicadeza de un esteta; así con aquella carga, los camiones se ven como una poema de bultos elegantemente alineados con el cuidado digno de la delicada carga que transportan, las alcachofas.
Luego el Tilico procede con la tarea más importante, las amarras de aquellas delicadas mercaderías. Manejan los cordeles con la destreza de un acróbata, anudan estéticamente aplicando “las zorras” que dan la tensión necesaria. Luego la carpa sobre la carga, terminan la operación apretando para que nada quede suelto y, finalmente revisan nudos y amarra con la linterna que es parte de su teléfono celular.
El Tilico terminada su faena junto con sus ayudantes, se quitan el overol, se despide feliz consiente que profesionaliza la actividad de los peonetas. Se sube a su Toyota y, se dirige la ciudad en espera que un nuevo transportista necesite sus servicios profesionales.
Iván Ramírez Araya.
Tongoy,2 de Agosto 2017.