InicioultimasOpiniónEl arte del mimetismo

El arte del mimetismo

Una de las mejores demostraciones de las cualidades del mimetismo, como mecanismo de sobrevivencia de algunas especies de fauna silvestre, me tocó vivirla y compartirla con un pequeño grupo de escolares, muy cerca del camping Los Robles en las Siete Tazas.

Aprovechando esa inmejorable ocasión, avanzamos sigilosos con la mirada fija en un punto específico a ras de suelo, en donde a simple vista sólo se observaba una capa discontinua de hojarasca y una que otra piedra que sobresalía en el piso, entre los árboles dispersos que anunciaban el lento regreso del bosque de antaño.

Varios integrantes del grupo habíamos visto el vuelo errático descendente de un ave y coincidíamos en que se había detenido en ese preciso lugar. Sin embargo para nuestra sorpresa la misteriosa criatura alada había desaparecido como por arte de magia.

Por su parte, los estudiantes que no la habían visto, dando crédito a lo que decía el resto del grupo, buscaban con sumo interés lo que por el momento permanecía perfectamente oculto a sus neófitos ojos.

Sin embargo por mi parte, rápidamente descubrí en el suelo la inmovilidad de sus formas casi imperceptibles. Inmediatamente por medio de señas, conminé a los estudiantes a detenerse y les mostré cuidadosamente con mi índice el punto exacto en donde se encontraba, sin embargo ninguno de los escolares lograba verla.

En ese momento, hablando en voz baja los instruí para continuar acercándonos muy despacio, como si nuestras imágenes se mostraran en “cámara lenta”, hasta llegar a una distancia prudente y quedarnos allí observando inmóviles, en espera del más mínimo movimiento que delatara a esta reina de la invisibilidad.

Cuando por fin logré que ese puñado de escolares empeñados en descubrirla, se transformaran por un instante en rígidas estatuas, comencé a entregarles pistas para que descubrieran la ubicación exacta del críptico tesoro que sus ojos no podían encontrar.

La disciplina y la paciencia rindieron frutos cuando por fin esta singular ave, de hábitos preferentemente nocturnos, comenzó a abrir lentamente sus grandes ojos; seguramente para observar su entorno y verificar que no había amenazas. En la medida que plegaba sus párpados, el brillo de su mirada comenzó a delatarla provocando suaves exclamaciones de entusiasmo en los escolares que uno tras otro anunciaban su descubrimiento.

Pero tanto ruido la puso en alerta y volvió a cerrar sus párpados en forma instantánea en un nuevo y sorprendente intento por desaparecer ante nuestra mirada, pero ya era tarde la habíamos descubierto. Sin embargo si no hubiésemos sabido que estaba allí, habría sido muy difícil encontrarla.

El hecho de que esta extraordinaria insectívora alada, estuviera plenamente consciente de su notable dominio del escapismo visual y la inmejorable oportunidad de compartir los detalles de su técnica con estos sorprendidos niños, me pareció un privilegio realmente conmovedor.

En medio de tanta expectación se vinieron a mi mente los motivos que inspiraron sus diferentes nombres en el imaginario popular y de manera espontánea se los transmití en voz baja a los alumnos… “Al abrir sus ojos a medias para no ser descubierta, fue interpretada por los campesinos como un ave cegatona, por este hábito fue bautizada como Gallina Ciega…”

“En algunas localidades, seguramente al verla aparentemente dormida, muchas personas pensaron que era muy buena para dormir, haciéndose acreedora del nombre Dormilona…” “Mientras que su habilidad para aplastarse en el suelo hasta casi desaparecer de la vista le dio el nombre de Plasta”.

Por otra parte, no podía perder esta inmejorable oportunidad para que los alumnos observaran las prominentes vellosidades en los costados de su ancho aparato bucal, en otras palabras en la base del culmen. Estas vellosidades también conocidas como vibrisas, se constituyen en formidables sensores que al parecer hacen más eficiente la caza de insectos al vuelo.

Lo anterior se complementa con la anchura de sus mandíbulas que aumenta el rango de captura de sus presas constituyéndose en una extraordinaria adaptación evolutiva. Todos estos elementos de observación y aprendizaje emergían de este fortuito encuentro enriqueciendo significativamente esta memorable jornada al aire libre.

Sin embargo, más allá de los datos que los estudiantes pudieran digerir, me quedaba el indescriptible sabor de lo vivencial, la recompensa de ver la fascinación en esos niños y la esperanza de que este contacto tan directo con la naturaleza, contribuiría a moldear sus espíritus, para que en el futuro adopten una postura menos arrogante frente al entorno natural y sus singulares criaturas silvestres.

Pero después de tanto barullo a su alrededor y uno que otro movimiento brusco de algún estudiante, la paciencia de la gallina ciega se agotó y sin emitir ni el más mínimo ruido, despegó del suelo desapareciendo en vuelo a poca altura; no sin antes brindarnos un inmejorable aprendizaje, impartido por una experta consagrada en el arte del mimetismo.

Mario Ortíz Lafferte
Técnico Agrícola
Guardaparque /Conaf

Fotografía:
Enrique Linero Badilla

OvalleHoy.cl