Con una leal clientela el hombre realiza uno de los oficios en extinción.
Sólo dos sastres quedan en Ovalle y uno de ellos es Ernesto Castillo. A los 18 aprendió el oficio y desde entonces se ha mantenido realizando el prolijo trabajo. Fabrica pantalones a medida, repara todo tiempo de prendas y trabaja el cuero.
Hoy a sus 61 años mantiene clientes que vienen desde el inicio de su emprendimiento personal. Se ha ubicado en distintas zonas de calle libertad y hoy está instalado por la misma calle llegando a Tamaya.
Reconoce que no ha sido fácil mantenerse con los nuevos tiempos que corren. El desinterés de las nuevas generaciones en este tipo de oficios tampoco permite que se mantengan en el tiempo. Dedicado toda su vida a la misma labor ha visto como el futuro de su esfuerzo le permite mantener a su familia de manera esforzada y honrada.
“Yo no trabajo por hacerme plata. Nunca me voy a hacer rico con esto. Primero trabajo por hacer las cosas bien. Porque me gusta que mi trabajo sea perfecto. Me esfuerzo para que las piezas que reparo o confeccione no queden con ningún detalle. Como si fueran para mí. La plata viene después de que uno hace las cosas bien”. Señala con sabiduría Ernesto que siempre está acompañado de algún amigo en el taller.
La prolijidad en el trabajo le permite tener una leal clientela y mantenerse en los tiempos que corren donde ya no pareciera tan necesario reparar la ropa. Los materiales de las prendas de vestir es mucho más desechable y pareciera mejor comprar una nueva que mandarla donde el sastre, como se hacía antiguamente.
Con gran amabilidad Ernesto castillo va a dejar la máquina cuando ya no le queden fuerzas para coser. Dice ya ser muy viejo para cambiar de oficio y además siempre la ha gustado lo que hace.
Por: Ignacio Zuleta Pereira.