En las salas de clases de los años 80, «equivocarse o acertar se transformaba en una lluvia de burlas, risotadas humillantes y sonidos varios de dudosa interpretación. Hasta el profesor gozaba con aquello», asegura nuestro columnista K Ardiles Irarrázabal.
En el curso del colegio donde “estudié”, allá por los nefastos años ochenta, era temible y terrible que el profesor te preguntara algo o te sacara a la pizarra. Equivocarse o acertar se transformaba en una lluvia de burlas, risotadas humillantes y sonidos varios de dudosa interpretación. Hasta el profesor gozaba con aquello. Ahora si tenías algún “defecto” era peor: el cabezón, el guatón c…, el chureja, el metralleta, el mongólico, etc.
Como definiríamos hoy, eso era bullying, pero treinta y tantos años atrás la manoseada palabrita aún no extendía su fama por estos lares y no se anquilosaba en nuestro consciente colectivo. Si así hubiera sido, varios de mis compañeros (incluyéndome supongo) hubieran sido expulsados o hasta enjuiciados. Pero al leer, a esta altura, la tristemente famosa lista negra, el reírnos de un compañero por equivocarse parece un juego de niños. Aunque claramente no lo era.
Definitivamente no hemos aprendido nada. Esto de ofender y reírse de los demás ha existido siempre, así como los abusos sexuales de los sacerdotes, los jefes misóginos y sus abusos de poder, la misantropía o la xenofobia, la diferencia es que ahora todo abuso, toda ofensa se publica en las RRSS, sin filtro ni medir consecuencias.
Esto pasa en todos los colegios, atraviesa el apartheid educacional afectando a los colegios públicos y a los colegios para ricos. Además, como para acrecentar el mal, en los últimos años se ha generalizado una costumbre nefasta avalada por los genios que dictan las leyes y nos gobiernan: culpar a los establecimientos educacionales. Ya ven lo que se dice en esto caso: “en el Colegio San Viator”… cuando quienes hicieron esto debe ser un puñado de chicos y chicas, ni siquiera todo el curso.
Si la gente supiera la de protocolos y acciones que se realizan al interior de los colegios para evitar estas cosas y cómo están de agobiados los equipos directivos y los docentes con todas las leyes decretos y resoluciones que se deben manejar, la mirada sería distinta. Los colegios viven y se desviven haciendo prevención de toda índole: prevención de bullying, prevención de uso y abuso de drogas, prevención de embarazo adolescente, hasta prevención de la prevención. No creo que exista un solo establecimiento educacional en el cual se enseñe a ofender, a abusar, a burlarse de la condición física, religiosa o sexual de los compañeros. Pero la culpa siempre es de la escuela o colegio.
La responsabilidad es de aquellos niñitos y niñitas que deciden ofender gratuitamente; son responsables las familias en las cuales no se habla de estos temas; la responsabilidad es de padres y madres permisivos que justifican todo accionar de sus hijos e hijas; la responsabilidad es del sistema que nos lleva a trabajar para tener más y más y más y nos quita el tiempo precioso con nuestros hijos e hijas; la responsabilidad es de “13 reasons why” o de “ELITE” y hasta del reggaeton y el rap que promueve la violencia de género y que aceptamos sin chistar.
La responsabilidad de los “especialistas en educación” que jamás han estado en una sala de clases y que dictan un currículo que obsesiona a todos con tal de obtener resultados en sus famosas pruebas SIMCE y PSU y hacen que los colegios a veces olviden del verdadero sentido del EDUCERE y EDUCARE.
La responsabilidad es de los políticos que están más preocupados de hacer leyes de porquería como hacer del Taca Taca un juego nacional o presentar proyectos de ley para tratar a todos los estudiantes como delincuentes y terroristas sin preocuparse de porqué realmente esos pocos jóvenes reaccionan así. ( la culpa es nuestra por votar por esa gente y dar tribuna para que se preocupen de cosas que no importan.)
En fin, lo que sucedió con esta “black list” es impresentable por decir lo menos. Sin embargo, quizás sólo sea el reflejo de lo que realmente somos, una sociedad enferma, egoísta. Que esos jóvenes que publicaron esa lista creyendo que era simpático lo que hacían se hagan cargo. Dejemos de culpar a los colegios por todo y todos hagámonos cargo de aquella cuota de responsabilidad que tenemos en esto y otras situaciones que ocurren y que no se visibilizan.
Algo debemos estar haciendo mal.
Por K Ardiles Irarrázabal
Columnista