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Muevan Las Industrias

Una industria de excelencia tiene obreros, que ponen toda su productividad en fabricar profesionales, técnicos, artistas que seguramente los dueños de esta industria mayor llamada Chile agradecerán, siempre que lo que  fabricamos sirva a sus intereses y a sus bolsillos. 

He tenido la impagable oportunidad de trabajar en varias de ellas. En la industria Cardenal Antonio Samoré de Arica y la Industria Gabriela Mistral de Ovalle. Ambas industrias particulares  familiares, ambas emprendimientos de familias que dedicaron sus sueños y esfuerzos para educar a productos de familias de clase media y media baja. También había productos familias de más recursos y con un capital cultural distinto.

Luego trabajé en otras industrias como la Industria Fray Jorge, la Industria  Estela Ávila, o la  Industria El Ingenio. Incluso trabajé años en la más humilde de las estas fábricas : la industria Yungay de Educación Especial. Ahí el mérito tiene otra definición, pero de eso quienes nos gobiernan, quienes dictan las leyes, los 10 éforos del Consejo de Educación o las eméritas comisiones de educación de las Cámaras – no cabe duda que están ahí por mérito y esfuerzo propio – no tienen idea.

También trabajé en tres industrias universitarias, pero eso es otro tema de mercado.  Actualmente  soy una especie de gerente técnico de la Industria de Arte Eliseo Videla Jorquera. El CEO de esa industria, don  Edio García Galleguillos ha sido gerente  general durante años, incluso llegó a ser CEO de la industria madre y en su trayectoria profesional  , al igual que la de su familia, ha ayudado incondicional y desinteresadamente a  educar a varias generaciones de productos mercantiles.

Donde fuera que estuve aprendí que una industria de excelencia es aquella que tiene profesores, perdón, quise decir obreros, que ponen toda su productividad en fabricar profesionales, técnicos, artistas, padres  o madres que  seguramente los dueños de esta industria mayor llamada Chile nos agradecerán siempre que lo que  fabricamos sirva a sus intereses y a sus bolsillos. 

Pero cuidado, porque muchos obreros de estas industrias mal llamados colegios o escuelas –  ¡que conceptos más anacrónicos y desclasados! –  también hemos fabricado productos defectuosos para el sistema , esos y esas que son libres y felices, , que piensan en el bien común, que ayudan a los más necesitados, esos y esas que creen en la utopía de una sociedad más justa. De verdad que hemos lanzado al mercado muchísimos de esos productos  defectuosos que los dueños del país detestan y no nos hemos fijado en su clase social o en su notas.  

Si tuviera que nacer de nuevo y elegir una profesión sería la misma: obrero de estas industrias donde intentaría como siempre, hacer que cada producto vaya en contra de un sistema económico injusto, es más, seguiría abogando por la no discriminación, la no selección porque es la única forma que todos y todas tengan  las mismas oportunidades de entrar a estas fábricas de productos para el libre mercado. 

Por ahora disfruto de las vacaciones como cualquier obrero proletario (aunque estas vacaciones  son medio burguesas) pero siempre pensando  en volver a mover las industrias para fabricar más y mejores personas, perdón , quise decir productos.  Cuesta acostumbrarse a estas nuevas terminologías impuestas por los dueños.  Pero seguramente yo y miles de obreros más de estas industrias, estamos equivocados y capaz que al no servir a este sistema productivo global, terminemos fuera de él porque al parecer lo que importa solo es crear robots, engranajes que aporten a las arcas de las siete familias. 

Qué pena este país. Qué pena estos gobernantes. Qué pena estas Industrias.

Por K Ardiles Irarrázabal

Columnista

OvalleHoy.cl