InicioOpiniónBlogs / ColumnasLa Ironía de nuestra gran economía

La Ironía de nuestra gran economía

Somos un país de una economía pujante, sólida. Qué duda cabe. El 2018 la inflación sólo fue de un 2.6%; “crecimos” como un 4%  mientras los sueldos en promedio  subieron un inmejorable y espectacular 1,2%.

Como ven, nuestro capitalismo es potente, incentiva la competencia y creación de más y más PYME e invita a la inversión extranjera gracias a las políticas implementadas. Así  los números seguirán aumentando para los bancos, las AFP , las mineras las concesionarias de las carreteras, las cadenas de  supermercados y de farmacias   y por supuesto en las jubilaciones. Este potente crecimiento también se ve reflejado en Ovalle:  muchos proyectos inmobiliarios ya sea edificios o poblaciones con calles como las del Portal que parecen montaña rusa con tanto desniveles y “eventos”, pero que a nadie le importa; incluso pasamos de no tener cine a tener  dos, esperando que el nuevo nos trate con más dignidad  y traiga películas con sonido e idioma original, subtituladas y que se estrenen  cada jueves como en el resto del país. Se evidencia en las atenciones médicas particulares de especialidades y la casi desaparición de la atención por  FONASA porque todos ya podemos pagar 40 o 50 mil pesos cada vez que vamos al médico gracias a esta economía próspera y abundante que a todos ha llenado los bolsillos.

Estos números los podemos ver y evidenciar sobre todo en las pequeñas y medianas empresas ovallinas, emprendimientos que van apareciendo por doquier en nuestra ciudad: el del señor, muy amable  por cierto,  que vende controles remotos en el inicio de calle Benavente que a todos salva de la catástrofe que es perder o romper el control de la TV;  el de los cables para  celulares; el de los videos de rancheras; el de  la señora del carrito de supermercado con ofertas en albaca; el del joven del  carro de choclos a diez por luca; en  el de la señora del carro de morrones a mil la malla; el emprendimiento de la  señorita de la parrilla y sus anticuchos vaya a saber uno de qué; el del señor  haitiano que vende súper ocho en el semáforo del hospital que paradójicamente viste un delantal  que dice “soy chileno y rico” o algo así; en los plumilleros de esa esquina donde literalmente viven (comen, orinan, beben, vomitan, pelean, etc); en de los malabaristas de todo tipo que  ocupan cada detención de luz roja;  el de la señora haitiana que vende agua y bebidas heladas en  el otro semáforo un poco más arriba; en el del anciano que pasa por Vicuña ofreciendo unas pequeñas bandejas de madera con patas retractiles; en del charlatán del tarot; el del  carrito de yerbas medicinales; el de venta de  lentes de todos los modelos y marcas  a cinco lucas; el del señor que vende antigüedades;  el  emprendimiento de libros usados y sucios; el de la señora que vende poleras a quinientos pesos; el de la venta parches curitas; el de quienes venden pan amasado, tortillas o dobladas cerca del mall ; el de los que te ayudan a estacionar aunque no lo necesites y te insultan si no pagas;  el de la señora que vende juguetes  que los niños ya no usan ni piden; en el de la señora de las ensaladas surtidas; el de  los juegos de la primera cuadra de la Alameda que al parecer pusieron para los indigentes que viven allí (sí, ese no es un emprendimiento, pero para la ironía sirve igual);y por supuesto el mejor de todos los emprendimientos , el de  los de una moneda con todo respeto  afuera de la botillería o de la venta de pollos.

Esto es crecimiento económico que llena de orgullo a nuestros gobernantes. Disculpen si me olvidé de muchas otras grandes empresas que aportan al impresionante crecimiento económico de esta ciudad y a este país.

Es tan bello el neo-hiper-capitalismo. Me conmueve. Me alivia…

K Ardiles Irarrazabal     

OvalleHoy.cl