A propósito de los 188 años de Ovalle, el otro día me encontré con un amigo que después de más veinte años volvió a vivir aquí y lo primero que me dijo fue ¡¡¡Ovalle sigue siendo tan fome!!!”.
Me acordé del periodista de Mega que hace poco, no recuerdo en qué circunstancia específicamente, dijo “en el pueblo de Ovalle…”.No sé qué imagen tienen de Ovalle en otros lares, pero si hasta la señora Matthei hace un par de años demostró tener una mala percepción de nuestra ciudad con su comentario sobre que un niño de una población de Ovalle tiene casi cero posibilidad de ser médico o ingeniero, no debe ser un muy buen imagen.
Entonces ¿Ovalle es fome de verdad? ¿Ovalle es un pueblo aún?
Creo que nuestra ciudad ofrece bastantes modos de diversión, desde discotecas, pubs del centro, pasando por gimnasios, cines, casino, multicanchas, estadio nuevo, ¡dos equipos de fútbol!, grandes tiendas para endeudarse sin problemas, botillerías, carritos de comida chatarra , comercio ambulante, periódicos, boliches con atención personalizada a clientes, rápidos y furiosos en las angostas calles sin que los fiscalicen, desfiles insufribles e irrespetuosos con las personas que esperan horas y horas.
Tenemos una bella Plaza de Armas donde intentan convivir el querido Orfeón, las parejas de ancianos o de jóvenes y los pequeños que se acercan a las palomas con los skaters y drogadictos que no respetan a nadie.
En realidad, tenemos casi de todo, quizás sólo nos falta una clínica y un edificio consistorial a la altura de otras ciudades de la región. Claramente Ovalle ya no es una ciudad de domingos modorrados y calles parsimoniosas.
Obviamente, hay que pagar el costo de ser una ciudad en crecimiento: desde las 07:30 de la mañana uno se puede entretener contando la cantidad de conductores que no te dan el espacio para sumarte al atasco, mientras esperas en una intersección con una calle principal. 24 vehículos conté ayer hasta que un conductor me hace ese gesto que detesto y suelo interpretar como un “apúrate poh’ tal por cual” o “ya pasa, pasa, pasa ctm”, cuando se podría ser más amable y hacer un gesto con la mano diciendo “adelante, pase”. Pero no, tiene que ser siempre de la otra manera.
Ya es una costumbre ver en la Alameda tanto indigente o carpas en algunos sectores. Con este tráfico de gran ciudad ya no hay donde estacionar y en calles, por ejemplo, como Federico Alfonso los autos estacionan en las veredas ¿eso está permito?.
Aún pasan camiones y buses por las calles principales ¿no se suponía que la costanera se construyó precisamente para que eso no ocurriera?. Los conductores de la línea 69 se detienen en mitad de la calles o donde se les da la gana a tomar pasajeros y ¡anda a decirles algo!.
Por último ¿acaso no hay esperanzas para nuestros hijos, sobre todo para quienes vivimos en poblaciones? En todo caso, esa antigua declaración de la señora Matthei es la visión de quienes nada saben de la realidad. Es no saber de los esfuerzos de las familias para que sus hijos e hijas estudien, no saber del trabajo docente en los colegios, que día a día ponen lo mejor de sí para, precisamente, acallar comentarios estúpidos como ése y dar a niños, niñas y jóvenes, herramientas sólidas para construir su futuro. Así es que, comentarios como aquel, hay que tomarlos de quien viene.
Con tantos defectos como virtudes, Ovalle ya no es la abúlica ciudad de antaño. Hoy vibra, respira, se enferma y sonríe. Una ciudad que camina hacia su bicentenario con paso lento pero seguro, con esperanzas ciertas y con muchísimas cosas por mejorar.
Y mientras mejoramos, seguimos viviendo en una ciudad cada día más diversa y cosmopolita.
Ya no es un pueblo. Ya no es tan fome.
Por K Ardiles Irarrázabal
Columnista