Como muchas personas que somos adictos al internet y a las redes sociales ayer me vi afectado por la caída de las plataformas Facebook, Instagram y WhatsApp , lo que me impedía intercambiar comunicaciones con mis amigos y conocidos, sino lo que es peor, recibir o enviar información para mi trabajo diario de periodismo.
Y me sentía indefenso, incomunicado y vulnerable como no me había sentido desde hace tiempo.
En la página de Emol me entretuve leyendo los comentarios de los lectores de ese diario sobre la noticia del tema, algunos con ironía y hasta mordacidad que al mismo tiempo me divertía y me incomodaba.
Por ejemplo una lectora comentaba : “Gracias a la caída de Facebook y WhatsApp he conocido gente maravillosa….dicen que viven conmigo”. Otra apostrofaba: “jajaaa Hay que aprovechar al máximo este eclipse tecnológico!”.
Un tercer lector , aportaba: “Ojalá que el fallo dure, así la gente va a trabajar un poco (y caminar por la calle con la nariz fuera del celular)». A lo que un cuarto lector (en rigor una mujer) le contestaba: “Si y de paso que falle Emol para que tú también trabajes”.
Otro, desde Osorno, ironizaba con el tema: “Que terrible, creo que nada más grave le podría haber ocurrido a la humanidad; no sé cómo podremos sobrevivir a este Black Mirror”.
La pregunta es hasta donde podemos ser dependientes de estas plataformas o de los celulares y computadores. No se si escritores como Phillip K.Dick, Isaac Asimov, Bradbury hubieran imaginado este futuro.
Uno de los primeros libros de Ray Bradbury que compré cuando adolescente fue Farenheit451.
Recuerdo que Bradbury, en la contraportada del libro mencionaba una experiencia: “Al escribir esta novela corta pensé que describía un mundo que podía aparecer dentro de cuatro o cinco décadas. Pero una noche en Beverly Hills, hace solo unas semanas, se cruzaron conmigo un hombre y una mujer que paseaban con su perro. Me quedé mirándolos estupefactos. La mujer llevaba en la mano una radio del tamaño de un paquete de cigarrillos, con una antenita temblorosa. Salían del aparato unos alambres que terminaban en un cono insertado en la oreja derecha de la mujer, Allí iba ella, olvidada del hombre y el perro, escuchando vientos lejanos, murmullos y gritos de folletines musicales, caminando como sonámbula; y el marido que bien podía no haber estado ahí, la ayudaba a subir y bajar las aceras. Esto no era literatura, era un hecho nuevo en nuestra cambiante sociedad”.
Y cada vez que en la calle encuentro a una persona con un teléfono celular en la mano, conectado a uno de sus oídos con un cable, no puedo evitar recordar ese texto escrito en 1950 y darme cuenta como el futuro no solo nos alcanza sino nos sobrepasa de manera inexorable.
Bueno, cuando a uno le cortan el internet deja de utilizar el computador y el celular para usar ese otro instrumento mas poderoso aún como es el cerebro para reflexionar sobre temas como este.
Mario Banic Illanes
Escritor