Continuamos con nuestro aporte a la difusión de los nuevos expositores de la poesía local. Para hoy, traemos el poema «Tinta Verde», de Edward Contreras-Robles.
Tinta verde.
Tinta verde en la lengua de un poeta solemne, silencioso apaciguado llenando las jarras con la tinta de sus andanzas. ¡Ah! El amor lo caló como sandía roja de pasión de cáscara verde. La Isla Negra lo mecía como a un niño en el regazo terrenal esférico disparando flechas de la noche neutral. Tinta verde en los capítulos de las páginas En los bosques amarillentos. Necios perros olfateando sus más merecidos aplausos. Tinta verde la sangre justificada de la mancha de los gigantes guerreros de una patria abatida. Tinta verde en la coyuntura de la soledad muchas veces divagando en los corredores martirizados por los vientos de la isla. La tarde febril se ameniza con cantares de aves marinas que revivían tus versos en cada holgura. Turbas masivas repetidas; Las bestias salvajes acechando su tierra queriendo arrebatar su boina gris su lengua, su voz y su vida. Tinta verde y líneas imprecisas de letras montadas que eran caballos con alas Que eran papagayos cuerdos el quetzal enloquecido y las caracolas sintonizadas en su morada. Tinta verde color de un mar de algas sus ojos profundos con fuegos azules con fuegos rojos con fuegos verdes un bosque colmado de poesías. Una lagrima sobra un péndulo dorado y barcazas murmurantes con sus vastas trayectorias esos enormes navíos y la ala rota de un violín. Susurrantes palabras llegaban con la ventisca traían su nombre de poeta: Neruda, Neruda decían los elementos con voces a veces quebradas viniendo de tan lejos. Neruda, replicaban las campanas las olas, las gaviotas y los noticieros. Tinta verde, insoluble notas de acacia coronada de esa tinta que usó Neruda tan celosamente endureciendo su tierra de tanto andar.
Edward Contreras-Robles
(Agrupación literaria Lancuyen)