Son cada vez más habituales los reclamos de la comunidad de Ovalle – en especial automovilistas – por la creciente congestión en las calles de la ciudad.
Hace unos meses abordábamos el tema señalando que el año recién pasado renovaron sus permisos de circulación en Ovalle 16.734 vehículos menores, sin incluir a los de la locomoción colectiva, camiones, furgones, etc, así como tampoco los que llegan a la ciudad a diario provenientes de otras comunas de la provincia y la región.
“En una ciudad post colonial trazada por don Pedro Coutilhas hace más de 180 años, con calles escasas y estrechas, el de la congestión era un problema que tarde o temprano tenía que explotar. Con las consecuentes secuelas de contaminación acústica, estress, incremento de irritabilidad en conductores impacientes o en pasajeros que no pueden llegar rápido a sus trabajos o colegios, etc.”, reflexionábamos hace un año.
Un año más tarde el tema sigue presente, e incluso más grave.
Necesitamos abrir nuevas calles para evacuar con facilidad los vehículos del centro histórico de la ciudad y transportar a los usuarios a sus hogares o lugares de trabajos en poblaciones. Se ha propuesto abrir calles que en la actualidad están “taponeadas” por la imprevisión de las autoridades del momento (Blest Gana, Pedro Barrios, por ejemplo) o mejorar otras para dar alternativas a los conductores: prolongación de calle Libertad, por ejemplo. Incluso, más de una vez se ha propuesto eliminar el Paseo Peatonal de Vicuña Mackenna para permitir un flujo mas expedito de vehículos hacia el oriente. O al menos transformarlo en semipeatonal.
Pero además necesitamos calles céntricas cada vez más amplias para, en lo posible, aumentar la cantidad de pistas de circulación o, por último aceras más amplias para permitir el tránsito de peatones con rapidez y seguridad.
Hace unos años hubo una ordenanza que, atendido el grave problema heredado desde nuestros orígenes, de calles y aceras estrechas, disponía que al reconstruir un edificio demolido por alguna circunstancia – deteriorado por movimientos sísmicos, lluvias, acción de termitas, etc – el propietario de manera obligada debía retrasar la línea de circulación unos metros. Eso permitió que en algunos tramos de cuadras las aceras fueran más amplias y cómodas; con la esperanza y la confianza que en un futuro próximo ese procedimiento , en algún momento no muy lejano, permitiría ampliar el resto de la cuadra y crear una nueva pista de circulación.
En la actualidad, por algún motivo misterioso, (tal vez el efecto Dávalos, santos en la corte, o como quiera llamarlo) son escasos los dueños de propiedades que cumplen con la norma, y reconstruyen sus edificios , no solo con las características arquitectónicas que les dé la gana, sino que también siguiendo la línea original de construcción, esto es sin recogerse un centímetro.
Y al hacer las consultas respectivas las respuestas son variadas y confusas: “Es que en esa calle se puede hacer”. O bien, “El nuevo plano regulador ahora lo permite”.
De manera que los que ingenuamente creímos en algún momento que podríamos ver atenuado el problema de la congestión en el centro de la ciudad mediante este recurso, hemos sufrido una decepción. Y en treinta años más, tendremos a 30 mil vehículos circulando por la mismas calles estrechas de hoy, diseñadas hace más de 180 años por don Pedro Coustilhas.
Es verdad que esta no es LA SOLUCION al problema de la congestión vehicular, pero sí podría constituir un paliativo para una ciudad que aspira a crecer y desarrollarse de manera armónica para beneficio de toda su población.
M.B.I.