Luego de casi un mes de estudio sistemático del idioma Inglés y de viajes por el Reino Unido, se abría una perspectiva aún más excitante: recorrer por ocho días la zona euro, en una gira que se iniciaba y terminaba en la Francia de Napoleón, De Gaulle y Zidane.
Fue así como el último sábado de enero nos dirigimos a Folkestone, en la costa suroriental del Canal de la Mancha, donde tomaríamos el Eurostar rumbo a Francia.
¿Cómo sería esta experiencia de atravesar el mar a 50 metros de profundidad y a 140 kilómetros por hora?
Nuestra curiosidad se vio satisfecha en tiempo record: sólo 35 minutos que transcurrieron entre el momento de ser tragados por el super-tren, con bus y todo, y el de la llegada al puerto francés de Calais, donde descendimos para proseguir vía superficie hacia el este en procura de la atractiva ciudad belga de Brujas (Brugge).
Las condiciones cambian un poco, favorable y desfavorablemente. Si bien es cierto nos encontramos con un invierno algo más benigno y una valoración un poco más alta de nuestro peso chileno, por otro lado la hora vigente (GMT + 1) afectaba nuestro día y por ende nuestros recorridos turísticos. Si bien podíamos movernos por el continente como Pedro por su casa atravesando países, advertidos sólo por un cartel de “Bienvenidos a ….”, ahora debíamos asumir la pérdida de la condición sedentaria del acogedor Harrow House, habituarnos a subir y bajar maletas del bus casi a diario, soportar largas caminatas y almorzar donde, cuando y aquello que el programa de la itinerancia nos permitiera.
EN BÉLGICA
Brugge o Brujas
Nuestro recorrido se inicia, como lo decíamos anteriormente, en la bellísima ciudad de Brujas, cuyo nombre no tiene ninguna conexión con la brujería ni nada que se le parezca sino que responde a la toponimia del lugar: brugge significa puente en idioma flamenco, ya que se cuentan en esta ciudad una cincuentena de puentes de diversas formas y tamaños, condición urbanística que la caracteriza.
Brujas posee un rico patrimonio cultural debido a la arquitectura de sus edificaciones, las cuales han conservado su estilo neogótico desde la época medieval. Sus calles céntricas están pavimentadas con adoquines y privilegian el tránsito de vehículos menores como carruajes de turismo tirados por caballos y bicicletas, otorgando a la ciudad una atmósfera de quietud y encanto simpar. Al pasear por ella uno se puede entretener contemplando sus museos, saboreando un rico chocolate en algún salón, pasear por sus tranquilos parques o simplemente contemplar al atardecer las fascinantes líneas de iluminación que engalanan sus fachadas. Brujas es, por así decirlo, una pequeña ciudad que “embruja” al visitante con su belleza.
Bruselas
La capital de esta próspera y a la vez legendaria ciudad europea, capital de Bélgica y una de las mayores de esta trilogía de naciones llamada Benelux (Bélgica, Holanda y Luxemburgo), nos recibió en un inmensa explanada donde se levanta una magnífica obra: el monumento al átomo. La enorme estructura de acero construida a mediados del siglo pasado representa los átomos del hierro y alberga un stand – museo, una tienda de souvenirs y un restaurante de lujo.
Otros famosos lugares que visitamos fue la estatua de Manneken Pis o el Niño de Bruselas, a dos cuadras de la Gran Plaza, principal centro de encuentro en esa cautivante capital europea. Esta pequeña efigie; de la cual se conocen varias réplicas en el mundo, incluida una en Chile, en la ciudad de Antofagasta; representa a un niño héroe que, orinando sobre la mecha de un explosivo, salvó a la ciudad de un ataque extranjero.
Terminamos nuestro tour en Bruselas pasando una tarde entera en el apasionante Museo Histórico Militar, donde pudimos incursionar en los más minuciosos aspectos de las dos guerras mundiales, hasta tener la oportunidad de “tripular” un avión caza de la escuadra Moskito 154 de la Royal Air Force.
En nuestra siguiente crónica viajera hablaremos de nuestra visita a Holanda y Alemania.
SERGIO ROJAS CARMONA