Todos los días y más aún en el silencio de la noche en mi barrio se escuchan los tubos de escape de los autos arreglados que circulan por la Avenida La Chimba, calle Yungay e incluso entre los pasajes.
Algunos, quizás para hacer un torpe homenaje póstumo, “aserruchan” el motor y hacen un derrape en la esquina de Yungay y la Avenida La Chimba, frente a la animita del joven fallecido hace unos meses en el lugar.
Estoy en la Plaza de Armas al mediodía y por Vicuña Mackenna, doblando por Miguel Aguirre, circulan dos automóviles con sus tubos de escape de gases arreglados retumbando, literalmente “bramando”. Se les escucha al otro lado del paseo.-
Me traslado a la alameda y por la avenida Ariztía lo hacen a cada momento tanto por Oriente como Poniente, incluso pasando frente a la Comisaría de Carabineros.
Eso aunque la Ley de Tránsito en su Artículo 77 advierte con claridad que “los vehículos con motores de combustión interna no podrán transitar con escape libre e irán provistos de un silenciador eficiente”.
Pero no ocurre nada de eso. Los automovilistas instalan en sus vehículos tubos de escape con un accesorio conocido como “bramador” que amplifica el sonido, haciéndolo más estruendoso. Se supone que estos accesorios no están permitidos, sin embargo pueden ser comprados en el mercado de internet y son instalados en cualquier taller, incluso en talleres en la misma vía pública.
Una amiga me comentaba el otro día, después de leer mis comentarios por internet:
– Usted les tiene muy mala a los ambulantes y los autos enchulados, no? ¿Por qué?
Lo reconozco, aunque con la diferencia que entre los comerciantes callejeros hay muchos que realmente necesitan tener un pequeño puesto en las aceras para ganar el sustento para sus familias, sea porque ya no está en edad de trabajar o está desempleado. Y son molestos y aprovechados , pero en cierta medida los justifico.
En cambio los que circulan en autos arreglados por las calles me preocupan pues, además de ser una molestia por la contaminación acústica, son un peligro porque por sus maniobras ponen en riesgo la seguridad y la vida de terceras personas.
Existe una iniciativa en el Parlamento que expone que en Chile los vehículos de combustión interna representan el 70% del ruido ambiental dentro de las grandes ciudades. Si bien, la normativa actual regula el nivel de ruido que pueden emitir los vehículos y regula el uso de mecanismos silenciadores en los tubos de escape, no establece sanciones o multas para quienes incumplan dichas normativas, ni especifica cuáles son los mecanismos de fiscalización que corroboren el cumplimiento de dichos límites, “por lo cual es menester entregar a la autoridad las facultades para fiscalizar los vehículos de combustión interna y establecer sanciones en contra de quienes alteren, modifiquen o eliminen los mecanismos silenciadores de sus vehículos que incumplan la normativa sobre emisión de ruido”, dice el proyecto.
Sin embargo en Ovalle los vehículos con los tubos de escape arreglados circulan a toda hora y por cualquier calle – de población o céntrica – sin que nadie los fiscalice o sancione.
De ahí el título de este comentario, aludiendo a una antigua película: “¿Y dónde está el policía?
Se hacen los sordos o los lesos, miran para otro lado, o siguen viendo en el celular el chateo de una amiga, ¿Pero fiscalizar? Nada.
Entonces no queda otra que meter la cabeza debajo de la almohada en la noche cuando escucho uno de estos monstruos llegar a dos cuadras de distancia, o en el día ponerse algodón en los oídos y esconderse detrás de un poste cuando veo a la distancia venir a uno de estos tontitos a todo gas.
¿Y dónde está el Policía?
Mario Banic Illanes
