Cuando muere un amigo. Uno siente esa pena por el que se va, por el que ya no va a estar más. Ya no nos sacará una sonrisa, no nos dará un consejo, ni tampoco nos sorprenderá otra vez con algo que nos haga ver la vida de otra manera. Murió Galeano. El futbolero, el defensor de América Latina, el maestro, el feminista, el humanista. Cuántas conversaciones tuvimos con Eduardo, de fútbol, cómo no. El primer libro que terminé con gusto y lo releí y regalé no sé cuántas veces fue “El fútbol a sol y a sombra”. Era un amante, un defensor del fútbol como algo importante para la sociedad. Un mendigo de buen fútbol, de la osadía, un admirador de la imaginación y de esa estética incomparable que tiene el juego más bello de todos. Hablamos de Garrincha, de Elías Figueroa, de Pelé, de Maradona, de Obdulio Varela. De Peñarol y de Nacional, y de lo bueno y corajudo que era el Chino Caszely.
Hablamos de la vida y de la muerte. De América Latina, un continente golpeado, pero reímos de lo afortunados que somos de haber nacido en estas tierras. De las mujeres que son la cosa más linda del mundo. “No consigo dormir. Tengo una mujer atravesada en los párpados. Si pudiera, le diría que se vaya, pero tengo una mujer atravesada en la garganta”, Eduardo Galeano.
Memorias del fuego, Patas arriba, El libro de los abrazos, Las venas abiertas de América Latina. Cuántas conversaciones.
Hace algunos meses fui a Montevideo, y pasé como otras veces que visité la capital de Uruguay al Café Brasilero, Ituzaingó 1447 en plena Ciudad Vieja. El bar que frecuentaba. Otra vez no encontré a Eduardo. Uno de los meseros me dijo que ya estaba mal de salud y se aparecía poco por ahí. Me resigné otra vez a seguir conversando con él leyéndolo y releyéndolo. Amigo de lejos. Murió Galeano ¿Qué vamos a hacer?
“¿Para qué sirve la utopia? La utopía sirve para eso, para seguir caminando”, Eduardo Galeano.
Ignacio González Mas
Periodista, Bachiller y Licenciado en Comunicación Social
Pontificia Universidad Católica de Chile