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Muchas veces también caemos en el dilema de saber ¿cuál de nosotros es más importante?

Al salir de allí atravesaron la Galilea sin detenerse. Jesús quería que nadie lo supiera, porque iba enseñando a sus discípulos. Y les decía: El Hijo del Hombre va a ser entregado en manos de los hombres, que le darán muerte; y a los tres días de muerto resucitará. Pero ellos no entendían lo que les decía y tenían miedo de preguntarle.

Llegaron a Cafarnaún y, una vez en casa, Jesús les preguntó: ¿Qué venían discutiendo por el camino? Ellos se quedaron callados, porque habían discutido entre sí cuál era el más importante de todos.

Entonces se sentó, llamó a los Doce y les dijo: Si alguno quiere ser el primero, que se haga el último de todos y el servidor de todos. Y, tomando a un niño, lo puso entre ellos, lo estrechó entre sus brazos y les dijo: El que recibe a un niño como éste en mi Nombre, a mí me recibe; y el que me recibe, no me recibe a mí, sino al que me envió.

                                                                                                                        Marcos 9, 30-37.

Pareciera que el texto nos hace ver al igual que los seguidores de Jesús, que el mensaje y su enseñanza ha quedado muy grande para comprender. Sobretodo a ellos, que son el producto de una sociedad vertical, se les hace difícil asumir que el Hijo de Dios tenga que padecer en manos de las autoridades religiosas y políticas de Jerusalén y menos aun, comprenden que tiene que ser crucificado, como eran crucificados los hombres rotulados como revoltosos por el Imperio Romano. Para el grupo de Jesús, el poder era su más grande debilidad. Ellos eran hijos de una sociedad que siempre les presentó el poder como el valor supremo. Esa fue la gran dificultad que Jesús siempre tuvo con el grupo de sus discípulos. Ellos siempre esperaban que Jesús arrebataría el poder en algún momento y allí ellos ocuparían los cargos de más alta importancia en el gobierno que se institucionalizara. Ellos en su conciencia vivieron alejados de la propuesta de Jesús, vivir lejos de todo tipo de poder y de todo aparato de gobierno. Jesús había asumido el Reino como el lugar de los sin poder y de los empobrecidos de la historia. Sus discípulos poco entendieron este mensaje profundo de Jesús.

Hoy en día se hace más palpable en nuestra sociedad entender lo que Jesús, nos entregó  en su vida misionera y en su mensaje; y como cada uno(a) puede asumirlo. Muchas veces también caemos en este dilema de saber ¿cuál de nosotros es más importante? y como por lograr nuestros intereses pasamos a llevar a personas, pareciera que nuestro éxito reside en los logros económicos más allá de lo necesario para poder vivir sobria y dignamente, sino que busca más un reconocimiento social, en el poder manipular la vida de otros, en nuestra estúpida vanidad de ser admirado y envidiado por los demás, en ocupar los primeros puestos en cualquier cosa, y estar al día con los últimos adelantos de lo moderno. En esta loca carrera que caemos por el éxito, todo nos parece permitido, lo importante es tener mentalidad ganadora. Y para esto nos valemos en mentir, en colocarnos mascaras de hipocresía y hasta sinvergüenzas de toda especie, codazos y zancadillas. Pero es necesario volver a mirar lo que Jesús nos invita a vivir en pobreza y al servicio de los pobres. Esta es una actitud que es necesario poder extirpar de nosotros, el poder de dominio que tanto daño hace en nuestra historia personal.

¿Cómo hacemos para descubrir este mensaje y hacerlo realidad en nuestra vida?

¿Cómo podemos respetar a otros en su dignidad?

¿Cuál es nuestra actitud hoy día en que nos dejamos llevar en esta loca carrera por el éxito?

Hugo Ramírez Cordova.

OvalleHoy.cl