Este 10 de diciembre estamos recordando un año más de la obtención del premio nobel de literatura de nuestra poetisa del Valle de Elqui, quien es una de las figuras femeninas más relevantes de la literatura universal.
Lucila de María del Perpetuo Socorro Godoy Alcayaga, nacida un 07 de abril de 1889 en la ciudad de Vicuña, desde muy niña se fue destacando en las letras incentivada por su media hermana Emelina Molina y, fue promoviendo un pensamiento pedagógico centrado en el desarrollo y la protección de los niños. Recordemos que sus primeros escritos publicados fueron; “El perdón de una víctima”, “La muerte de un poeta”, “Las lágrimas de la huérfana”, “Amor imposible” y “Horas sombrías” difundidos por la prensa regional de la época (1904-1910), entre ellos, “El Coquimbo” en el cual en 1908 publico el poema “Del pasado” usando por primera vez el seudónimo Gabriela Mistral, “La Voz de Elqui”, “El Tamaya”.
A nivel nacional se hizo conocida por haber obtenido el primer lugar en 1914, en los Juegos Florales de Santiago, con su obra “Sonetos de la Muerte”. Posteriormente en 1922 la encontramos en México y con la publicación en Nueva York de su obra “Desolación”, obtuvo un reconocimiento internacional y, por eso, a finales de 1930, diversos círculos literarios de diversos países iniciaron una campaña en búsqueda de obtener el nobel para la poetisa. Allí surge la figura del presidente Pedro Aguirre Cerda, quien junto a la escritora ecuatoriana Adelaida Velasco Galdós, quienes fueron los que se preocuparon de traducir sus obras para que fuese conocida en otros continentes.
Estando en Brasil y específicamente en Petrópolis, un 15 de noviembre de 1945, tomo conocimiento a través de la transmisión de una radio, que se le había concedido el Nobel de Literatura. En parte de su discurso al recibir el premio, expreso; “Hoy Suecia se vuelve hacia la lejana América ibera para honrarla en uno de los muchos trabajos de su cultura. El espíritu universalista de Alfredo Nóbel estaría contento de incluir en el radio de su obra protectora de la vida cultural al hemisferio sur del Continente Americano tan poco y tan mal conocido.”
Hoy, al recordar este reconocimiento lo hacemos pensando que nosotros como país, todavía tenemos una deuda pendiente con su figura y obra, solo un ejemplo, mencionar que, Chile solo la reconoció en unos años después (1951). De allí que como región debemos darle la importancia que se merece y sobre todo se debe incluir en las mallas curriculares de las distintas asignaturas con el fin de que nuestros jóvenes puedan conocerla, valorarla y relevarla al sitial que se merece.
Octavio Álvarez Campos.