El escritor en Detén el invierno relata la lucha personal y familiar que debió enfrentar contra la leucemia linfoblástica aguda que afectó a su hijo J, en 2018. Quedan al descubierto las fortalezas y debilidades de nuestro sistema de salud.
A veces la vida se derrumba y parece que no tenemos salida. Es lo que le pasó a Andrés Valdivia Serrano en el año 2018. Venía llegando de un viaje de negocios a Estados Unidos, cuando encontró a su hijo J, afectado de un cuadro febril, que lo asolaba desde hace días. El diagnóstico fue lapidario. “Mi hijo J fue diagnosticado de leucemia linfoblástica aguda el 2 de abril de 2018. Tenía dos años recién cumplidos en ese momento. Desde el comienzo supimos que al final del largo periodo de quimioterapias deberíamos realizarle un trasplante de médula ósea.
Ni puta idea tenía de lo brava que se nos venía la mano”, precisa Andrés durante la conversación con OVALLEHOY. Sería el comienzo de un largo camino, de dolor y esperanza. “Hoy día, después de un largo periplo de dolor y esperanza; J está trasplantado y es un niño feliz”. Andrés, acaba de publicar, Detén el invierno (Emecé, 2022), donde desnuda su alma y relata cómo él y su familia enfrentaron esté golpe de la vida. Andrés Valdivia Serrano (Santiago, 1976, es ingeniero civil por la Universidad Católica de Chile y tiene un master of Arts de la Universidad de Nueva York. Detén el invierno es su primera novela. Actualmente, vive en Santiago, con Concepción Quintana, su esposa y sus tres hijos: Pablo, J y Benicio. “Se me pasó el terror permanente, la alerta veinticuatro siete, pero el miedo sigue allí”, sostiene.
Andrés, ¿en qué estado de saludo se encuentra J ahora?
“Hoy es un niño sano y feliz. En septiembre del próximo año J será dado de alta definitiva. Cinco años después de su última recaída. Ese es el standard”.
La leucemia linfoblástica aguda es una carrera contra el tiempo
“Efectivamente. Y muy en chileno: hay que darle como caja, sin tregua ni cuartel, a la enfermedad. De manera que no escale, que no se suba por el chorro. Esperar, dudar o irse despacito por las piedras es siempre mala idea, porque si la enfermedad reaparece, es muy probable que el cáncer se haya hecho inmune a la quimio”.
DE SAMO ALTO A LA SORBONNE
La familia paterna de Andrés, está profundamente enraizada con nuestra región. Y él lo asume con cariño y admiración. Su bisabuelo, Samuel Valdivia Galleguillos (Ovalle, 1876), superó las coordenadas de la región y pudo estudiar medicina en la Universidad de Chile. En 1900 viaja a Francia a cursar una beca en la Universidad de la Sorbona. Un logro para este joven provinciano, brillante y esforzado, que había cursado sus primeros estudios en Ovalle y La Serena. A su regreso se instala en Concepción. Posteriormente es uno de los fundadores de la Universidad de Concepción.
Andrés, ¿cuál es la realidad de los niños en Chile que lo padecen?
“En Chile se enferman de cáncer al año 500 niños aproximadamente, de los cuales el 90% son de Fonasa. A pesar de que el GES cubre el 80% del costo de gran parte de estas enfermedades, la situación económica de esas familias se ve fuertemente afectada por los costos del tratamiento”.
El sistema de salud en Chile, es un mundo de doctores, enfermeras y auxiliares heroicos, pero el sistema los obliga a priorizar presupuestos y esfuerzos, generando la idea de que estadísticamente es razonable que cierta cantidad de niños muera».
¿Cómo el país podría encarar esta situación?
“La medicina es un poco así, está basada más en racionales estadísticos, poblacionales, más que causales. Por lo tanto, todo sistema de salud debe priorizar el tratamiento en sus pacientes con mayor chance de sobrevivir. El problema es cuando esas probabilidades de supervivencia disminuyen fuertemente precisamente por los protocolos que se utilizan o por la desidia que muchas veces generan los números. Finalmente, un niño en la cuerda floja, solo lo puede salvar un equipo médico comprometido con salvarlo”.
¿Con la eventual nueva Constitución, los tratamientos para dolencias tan complejas estarán garantizadas?
“Lo están vía GES hoy y no veo necesariamente que la nueva constitución vaya a hacerse cargo de una garantía mayor de la que ya hay. Tengo la impresión de que los problemas de inequidad en la salud en Chile no necesariamente pasan por leyes. En realidad, no hay ningún sistema de salud en el mundo que sea completamente equitativo. La diferencia está, como sucedió en mi caso, en el compromiso del personal de salud, tanto en el ámbito privado como en el público”.
En su caso, ¿qué habría pasado si no hubiese tenido ciertos recursos económicos para tratar a J?
“Si J se hubiese tratando en el sistema público, al momento de recaer una semana antes de su trasplante, habría perdido su indicación de trasplante y nos habrían enviado a verlo morir a la casa. Así nomás”.
Al mencionar a su hijo en el libro ha querido resguardar su identidad…
“Lo que me preocupa no es que lo lea, me parece bien que lo haga, pero una de las cosas que quiero evitar es que el cáncer constituya su identidad. Es tan injusto lo que le pasó que quiero defenderlo de aquello. Pero va a tener que saber la historia, tarde o temprano”.
Con lucidez, la escritora Marcela Serrano se ha referido a Detén el invierno. “El dolor es cosa seria. También el humor. El tránsito entre uno y otro es lo que el autor ha elegido para soportar el espanto, en un relato profundo, inteligente y conmovedor. Ante el desconsuelo, las palabras son engañosas: a veces sanan, a veces faltan”.
Por Mario Rodríguez Órdenes
Para OvalleHOY y Limarí Global