Me encargan la compra de dos medicamentos, aprovechando que voy al centro de la ciudad. Uno de ellos, me aconsejan, tengo que adquirirlo en la Farmacia Municipal que queda en calle Vicuña Mackenna, a un costado del Colegio Santa Teresita.
Me cuesta menos de cinco ml pesos, aunque no tienen del otro encargado.
Continúo hacia el centro y paso a un local de una cadena farmacéutica para comprarlo.
Solo por curiosidad consulto el valor del remedio recién adquirido, y la respuesta casi me tira de espaldas: $ 39.900.
Es el más descarnado ejemplo de especulación farmacéutica que uno puede tener y en el resto de la mañana continúo buscando una explicación al fenómeno.
Porque se suponía que con la publicación de la ley 21.198, conocida como «Ley Cenabast», que entrega la facultad a la Central de Abastecimiento de abastecer a las farmacias privadas y organizaciones sin fines de lucro, estableciendo un precio máximo de venta a público, con el objetivo de asegurar que la ciudadanía pague un precio justo por los fármacos, las cadenas farmacéuticas reaccionarían ajustando los valores para no perder clientes, sin embargo no ha sido tal.
De manera que recomendamos a los lectores que cuando necesiten un fármaco, antes de adquirirlo en el negocio de una gran cadena, primero hagan consultas en la Farmacia Municipal. En una de esas ahorran una cantidad de dinero no menor, el que en estos tiempos de apretura del cinturón podría tener otro destino mejor.
M.B.I.
