En estos días se ha estado hablando sobre la falta de agua y como lo expresábamos anteriormente hay que tomar decisiones, que aunque parezcan drásticas, son necesarias, debido a que el agua cumple tres roles fundamentales para la sostenibilidad del desarrollo: “aseguramiento de la salud humana, desarrollo económico y sustentación de importantes ecosistemas”(El Cambio Climático y los Recursos Hídricos de Chile), recordando que alrededor del 73% lo utiliza la agricultura (con lo cual se producen alimentos fundamentales para la supervivencia del ser humano) y un 6% fines doméstico, 9% uso minero y 12 para el área industrial.
Si bien Chile es considerado como un país con bastantes recursos hídricos, no tiene un equilibrio geográfico y eso impide proyectar actividades económicas si no tenemos considerado el factor “agua”, teniendo presente que “no podemos olvidar que el desierto de Atacama avanzó hacia el sur a razón de 0,4 a 1 Km. por año durante todo el siglo XX” (Ídem libro citado, página 155 ODEPA). Estamos de acuerdo que se han planteado diversas posibilidades, entre ellas, la “carretera hídrica”, que son 5 tramos de canalización desde la Región del Biobío hasta Atacama, que implica traer el recurso, pero el costo a pagar es muy oneroso para los agricultores, lo que por ahora lo hace imposible, a lo igual, que la “carretera hídrica submarina”.
Actualmente el problema se está agudizando debido a que los acuíferos de la región están sobre exigidos y quienes usan principalmente esas aguas son los sectores mineros y sanitarios. Han surgido propuestas que son de mucho menor costo y que consideramos más accesibles y que se conocen desde mucho tiempo por ser; propuesta de don Arturo Villalón S. (un ovallino, que fue un visionario para su época) de aprovechar aguas desde el lado argentino o bien traer agua desde el río Paraná.
Otro problema que va a ir acentuándose es la calidad de las aguas que por diversos motivos se van contaminando, principalmente por acción humana y que en la región, también se produce por los altos contenidos de sales, cuando se usan sistemas de riego de alta eficiencia. Paralelo a ello, recordemos que “los contaminantes más frecuentes de las aguas de los ríos de Chile son el mercurio, selenio, arsénico, cadmio, molibdeno, zinc y níquel. En casos específicos, el cobre puede encontrarse en niveles elevados (Pizarro et al., 2010). (Libro Agricultura Chilena. Reflexiones y Desafíos al 2030. ODEPA).
Todo esto nos lleva a meditar que debemos hacer conciencia en la importancia de resolver los “derechos” de agua y generar una voluntad política de intervención pública y así aprovechar la institucionalidad vigente, como lo plantean los especialistas en estos temas.
Octavio Álvarez Campos