Este 20 de agosto se cumplen 242 años del nacimiento del Libertador y, es por ello, que vale la pena recordar su vida, en el sentido de mostrar como el esfuerzo y la perseverancia, pese a todas las adversidades, se puede salir airoso y a la vez, entregar hasta su vida por sacar adelante los ideales en bien de la Patria.
Recordemos que toda su infancia vivió recorriendo diversos lugares y preferentemente con gente que no conocía y que ya, a los 12 años, era trasladado a otro país (Perú), donde está 4 años, para posteriormente ser enviado a España (Cádiz), estando un corto tiempo, para establecerse en Inglaterra (Richmond).
En la Academia de Richmond, recibió una educación variada; inglés, Literatura Francesa, Dibujo, Geografía e Historia. Hay que tener presente que, los habitantes de estas tierras que salían a estudiar afuera eran muy pocos y él, fue el primero del Reyno de Chile que llegó a estudiar a Inglaterra.
El estar en Europa pudo apreciar todos los cambios que se estaban produciendo en todos los ámbitos y principalmente en Gran Bretaña que era una sociedad compleja y muy avanzada, centro del capitalismo moderno ya que, entre 1760 y 1840 se produce la Revolución Industrial que, trae aparejado el incremento de la población (1761 tenía 7.9 millones de hab., a 18.5 millones de hab.) y además una sociedad industrial y urbana más, un sinnúmero de innovaciones, entre ellas; cambios tecnológicos, nuevas formas de organización del trabajo, mayor especialización económico territorial y un cambio estructural.
Todo esto, nuestro Prócer lo asimilo y, por eso, al regresar (1802), puso en práctica lo aprendido y, claro ejemplo de ello, fue como recupero en pocos años la Hacienda Las Canteras, la que encontró bastante abandonada y, con la aplicación de nuevos sistemas de rotación de cultivos, instrumentos de labranza u otros, logro un desarrollo formidable. Pero, al ver la necesidad de luchar por la liberación de este territorio y pese a que nadie le podría haber criticado por no participar, dejo todo este bienestar, por ver a su patria libre y soberana.
Por último, pese a todas sus carencias, sufrimientos y amarguras que vivió, tuvo la fortuna de salir de estas tierras y hacerse de una “visión de mundo”, aprender formas de gobierno, conocer la naturaleza humana, aprender idiomas, captar la importancia del mar y tantas otras cosas que, después, pudo desarrollar en beneficio de todos los habitantes de esta tierra con una entrega desinteresada.
Octavio Álvarez Campos