InicioultimasArtes y CulturaBitácora de un bibliomóvil: Afortunados de descubrir no lectores

Bitácora de un bibliomóvil: Afortunados de descubrir no lectores

En la actualidad la lectura se asume como un conocimiento básico para todas las personas. Desde niños nos enseñan a leer siendo ésta por esencia una de las formas de comunicar y preservar conocimiento.

Desde este humilde servicio móvil siempre me ha sorprendido gratamente que el gusto y hábito por la lectura (afortunadamente) no sólo es privilegio de quienes han tenido más oportunidades. Cuando por primera vez me subí al bibliobús (hace 15 años) una de las imágenes que más me marcó fue la de una familia muy humilde que nos hizo la señal de parada al llegar una noche a Illapel. Era una madre con sus dos hijos que nos consultó y exigió la explicación del por qué no habíamos ido antes. Los niños tenían libros en sus manos y una cara sonriente. La imagen más bella que vi en mi primer día de trabajo hace 15 años. Situación que derribó de inmediato cualquier atisbo de prejuicio en mi ignorancia sobre el impacto de los bibliomóviles.

Hoy en pleno invierno continuamos haciendo esta tarea con el mismo esmero y compromiso de siempre. Quizás en lugares diferentes pero en este camino constantemente encontrando sorpresas gratas y otras no tanto.

Una de esas sorpresas que mezclan lo ingrato con lo grato, ocurrió hace algunos días en uno de los sectores urbanos que atendemos en la ciudad de Ovalle.

Se acercó una señora y me preguntó si podía subir a algunas de sus alumnas a la biblioteca. Me explicó que sus estudiantes nunca habían visto una biblioteca y la idea era que la conocieran. Le dije que sí y de inmediato en mi cabeza imaginé estudiantes pre escolares. De pronto, subieron 3 señoras de edades que fluctuaban entre los 30 y los 40 años. Muy tímidas subieron bajo la atenta mirada de su profesora. Les expliqué la función de una biblioteca (en este caso móvil) su objetivo, los requerimientos que solicitábamos para la inscripción y detallando las temáticas con que contaba la estantería. Estaba en esa explicación cuando la maestra me aclaró que ellas eran alumnas que no sabían leer pero que estaban precisamente en ese maravilloso proceso de aprender y que el bibliobús sería una buena ocasión para sacar libros orientados a primeros lectores. Las estudiantes se miraron, miraban los libros, y no se atrevieron a pedir alguno. Imaginé que para ellas debió ser un tanto fuerte y quizás vergonzoso no saber leer a su edad. Pero les expliqué que lo relevante era precisamente que estaban aprendiendo y que aprovecharan la ocasión pues dentro del móvil habían muchas historias. Además si tenían hijos sería un lindo ejemplo el que las vieran leer. Pese a mis esfuerzos no rompieron esa barrera inicial. A pesar de lo anterior, la profesora muy comprometida llevó libros por ellas para trabajar en clases.

Aquella visita fue una mezcla de sensaciones. En un sentido agradable pues fuimos la primera biblioteca que ellas conocieron.
Nuevamente cumpliendo cabalmente nuestro rol de ser una puerta abierta a las oportunidades y al mismo tiempo ese sentimiento de tristeza al constatar que a pesar de tanta modernidad y supuesto avance aún existen situaciones como estas, en que personas mayores aún no saben leer. En pleno siglo veintiuno y en medio de una ciudad. Me pregunto cuántos y cuantas futuras lectoras viven en silencio sin conocer la magia de las letras.

Seguimos ruta por los caminos de la lectura.

Rodrigo Araya Elorza

OvalleHoy.cl