Lo que estamos viviendo en relación con la demanda de los bolivianos en la Corte de La Haya, tiene que ver con la importancia que los distintos gobiernos le han otorgado a nuestra Cancillería.
Al respecto, ya Francisco A. Encina lo dice en 1965, donde plantea que Chile en el aspecto internacional “jamás tendrá en este terreno una política que merezca el nombre de tal, mientras no independice al Ministerio de Relaciones Exteriores de la política interna y de la rotativa ministerial, y la confíe a diplomáticos de carrera”. (Las Relaciones entre Chile y Bolivia 1841-1965). En el artículo “Diplomáticos chilenos ¡a mejorar la calidad!”(01/03/2015), recordábamos al nobel de literatura Pablo Neruda que escribió una sátira “Los Diplomáticos” donde expresaba que: “Pero si Ud. Nace tonto en Chile/ pronto lo harán embajador”. También citábamos “El Arte de la Guerra de Sun Tzu” donde se afirma “que se debía someter al enemigo por medio de una poderosa capacidad diplomática y política propia, antes que por medio de la guerra”. Todo esto se afirmaba vislumbrando que Chile una vez más está pecando de ingenuo y nos ven débiles, por ende se requieren cambios profundos en el Ministerio de Relaciones Exteriores y adelantarse a los hechos, asegurando una posición estratégicamente ventajosa a través de la diplomacia.
En parte, esto se produjo por la fractura estructural socio-política que sufre la sociedad chilena y que nuestra diplomacia es amateur, debido a que nuestra soberanía no se puede dejar en agentes y funcionarios extranjeros que responden a correlaciones geopolíticas internacionales. Si nos fijamos, esta Corte nos está dando un caramelo, pero a la vez, con ello, nos mantiene “esperanzados” (La Haya nos da un manojito de alfalfa con hojitas de amapola para mantenernos en el corral) que al final tendremos la razón, pero si miramos a otros países con problemas reales, ellos no han recurrido a La Haya.
Es lamentable que esta demanda se dilate, además, el Estado deberá invertir millones de dólares en defender un territorio que se suponía estaba seguro. Si a Chile por este diferendo lo obligan a negociar, en el fondo lo obligan a transar. Es como decir: “siéntese a transar la soberanía de Chile”. Esto en referencia que lo que se está discutiendo, es que si Chile tiene o no la obligación de negociar (¡por eso lo de la alfalfa!) y, si ese fuese el fallo, sería muy peligroso para todas las relaciones internacionales y con consecuencias insospechadas, debido a que coloca un precedente muy negativo a las obligaciones futuras de cada país.
Hacemos un llamado nuevamente a consolidar la UNIDAD NACIONAL vital para enfrentar este período, ya que al vernos débiles, los intereses internacionales siguen operando, más aún con la complicidad de sectores blandos que se dejan seducir dentro del país.
OCTAVIO ÁLVAREZ CAMPOS
PROFESOR DE HISTORIA Y GEOGRAFIA
COQUIMBO