Todavía estoy pensando y … ¡no se me ocurre nada!
La imagen es elocuente así que decidí dejar que cada uno de ustedes la perciba con tanta o más ternura que la que despertó en nosotros.
Aquel día viernes caminábamos con mi señora hacia la Feria, cuando al llegar a Socos con Ariztía, nos encontramos con este par de canes.
Una – la más chiquitita – yacía muerta en el suelo.
Y el otro, café grande, todavía estaba con ella, como arrullándola sin entender, quizás, que ya no había nada que hacer.
¿Qué hace que estos seres «inferiores» nos den lecciones tan grandes, y nosotros aún usemos la guerra como argumento para resolver nuestras diferencias?
He «entrado» en franca incertidumbre si es que – de verdad – los seres humanos estamos en la cima de la cadena de la evolución.
Pareciera que estos perros callejeros estuvieran – con su amor instintivo y sin condiciones – más cerca de Dios que nosotros.
Quién sabe.
Un abrazo
Pedro Vargas