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Con la destrucción de esa casa brotan de mí lágrimas y un recuerdo hermoso de mi infancia

Señor Director: Con mucha tristeza a través de este medio de comunicación me enteré que la casa que por muchos años cobijó a tantas y tantas personas que fueron albergadas con el amor de dos personas que se entregaron por entero por cobijar en sus vidas a los hijos de su hermano y asumir el papel de padre y madre.

Ellos son Juana Ramírez Galleguillos y Luis Alberto Davis Davis quienes por años tuvieron en esa vivienda de calle Independencia 695 un pequeño negocio que hasta el día de su muerte mantuvieron abierto. Fueron pioneros en esta hermosa ciudad de Ovalle, comerciantes pequeños que entregaron su vida a la atención de tantas personas que vivieron en ese sector u otros de paso en los años 60, donde venían y estacionaban los vehículos quienes venían de distintos pueblos interiores que se surtían de mercaderías para llevar a sus hogares.

Pero no es de eso que quiero expresar, sino que agradecer lo mucho que esas dos personas me entregaron no solo a mi sino a mis hermanos y luego continuó con mis sobrinos(as) siempre una mano para recibir y cobijar a tantos con ese esmerado amor que es difícil poder dimensionar. Al pasar los años uno se da cuenta lo que fue para ellos su sacrificio y abnegado esfuerzo por apoyar; como no olvidar que las primeras letras las recibí de ella quien no solo se preocupó sino que su enseñanza de esas tablas de multiplicar fueron para mí una verdadera lección de vida, ya que estudié por esos años en la Escuela 7 y luego en el Liceo donde estuve unos años, pues me fui a Santiago donde mi madre; pero siempre volvía en las vacaciones de invierno, fiestas patrias, vacaciones de verano donde ellos en esa casona que era un patrimonio de amor.

Con la destrucción de esa casa brotan de mi unas lágrimas de agradecimiento y un recuerdo hermoso de mi infancia que siempre de otra manera brotan en mis recuerdos más valiosos de mi vida y de esas nobles personas que marcaron para siempre mi vida y creo que ellos al perder a su hijo volcaron su amor en sus sobrinos, los hijos de esos sobrinos  su constante preocupación. Siempre pienso como ellos se dieron el trabajo de sostener a tantos y tantas en ese hogar, donde esas manos de mi tía Juana nos deleitaba con sus comidas y el tío Alberto que siempre de una u otra manera nos entregaba su compañía con su manera de ser. Cuanta falta no poder expresar ese agradecimiento que conmigo tuvieron y luego con mi esposa e hijos. Era tan hermoso reunirse en ese hogar donde nos juntábamos más de 23 personas y nunca hubo un reproche o faltó el alimento necesario para compartir en esas maravillosas manos de la tía.

Se cerró una etapa de grandes bendiciones que Dios les entregó a ellos y a cada uno que pasó por esa gran casona.                                    

Hugo Ramírez Cordova.

OvalleHoy.cl