Llegó a oídos de la Gorda, mi esposa, que si destituían al Alcalde, yo me postularía para el cargo. Que tenía mucho apoyo popular, aunque lo que más la molesta es que ese 80 % de los votos sean del sector femenino.
- Ni se te vaya a ocurrir – me advierte – Porque yo tomo mis cosas y mis perritas y me voy de la casa.
- ¡Cómo se te ocurre Gorda!… ¡Cómo te vas a llevar también a las perritas!
Pero esos son sólo rumores infundados, porque yo no quiero para nada el cargo. Además que no tengo dedos para el piano y para ocupar un cargo así se requiere mucha capacidad, e inteligencia . Y yo lo único que sé hacer medianamente bien, es escribir cuentos. Además soy flojo diplomado. A tal punto que una cuñada me bautizó “Gatito de Chalet” porque paso en el segundo piso, echado en la cama viendo televisión y leyendo, y bajo sólo cuando me da hambre.
- Ahí viene el Gatito de Chalet – dice ella, apenas me ve bajando las escalinatas.
Y yo que la tenía considerada para ocupar un cargo en mi futura administración.
Pero no, mejor no. Nada de parientes, como dice el Tribunal Electoral. Ni menos cuñadas.
Aunque mi hija mayor, Asistente Social (perdón “Trabajadora Social”) sugiere durante el almuerzo:
- Me podrías nombrar Jefa del Departamento de Servicio Social.
- Y a mí, como Directora de Educación – agrega mi hija menor.
- Ni se les ocurra llenarle la cabeza de tonterías a este hombre! … Porque bien capaz …– las regaña su madre dejando inconclusa la frase, lo que es peor aún.
Lo que no pueden decir de mí es que sea como “gato de campo”. Nunca, porque llego a ser tonto de honrado y pongo las manos en el fuego por mi honestidad.
Aunque no son pocas las mujeres que me acusan de haberles robado el corazón. Pero esa es una cosa absolutamente distinta.
Lo cierto es que no tengo pensado en postularme como Alcalde. Es más, no me interesa.
Porque un alcalde es un funcionario a tiempo completo, las 24 horas del día, los siete días a la semana. Y por muy bien que lo hagas, siempre va a haber gente que estén jodiendo por esto o por esto otro. Algunos dando la cara, otros desde el anonimato de las redes sociales. Y, ya lo dije, yo soy un flojo 7 x 7.
Lo mío es otra cosa: salir al mediodía a hacer las compras al supermercado, que me encarga la Gorda, recorrer el centro deteniéndome a conversar con algún amigo para comentar la actualidad o alguna copucha sabrosa, y mirar pasar las muchachas. O seguir un par de cuadra a alguna y cuando al fin la alcanzo no recordar para que la quería.
Detenerme en el Café a compartir con un grupo de amigos. Porque no hay nada mejor que compartir un café con los amigos. El café con los amigos es distinto al que te sirves en la casa ¿Se han dado cuenta?
Y luego volver con la bolsa de compras a la casa.
En fin, esa es mi rutina.
Claro que no falta el o la que te detiene para decirte:
- Don Mario y ¿por qué no se postula a alcalde? Yo votaría por usted.
Y yo le agradezco con cortesía y me alejo como quien ha visto el diablo.
Dejen tranquilito a este “Gatito de Chalet” ¿ya?
Mario Banic Illanes
Escritor