Uno pudiera pensar que el título “del sartén al fuego” es curioso para dar una opinión, pero la verdad no lo creo así cuando se pasa de un año de anomalías a un año lleno de incertidumbres.
El año 2019 quedó marcado por el estallido de violencia que asoló los últimos 3 meses al país, dando paso para que tan sólo en un trimestres, fuéramos un país más pobre, más desigual y menos atractivo para los extranjeros e inversionistas, esto debido principalmente a que se debilitaron las confianzas y se fortaleciera el nivel de deuda nacional.
Si tuviera que resumir en una palabra el año 2019, concordaría con la palabra que utilizó el historiador Mauricio Rojas y sería violencia, pues es la mejor palabra que nos permite capturar la vertiginosa decadencia en la que Chile ha caído y como bien dijo Rojas: “los socialistas de todos los partidos han bautizados la delincuencia con el eufemismo de estallido social”, nombre poco afortunado si consideramos la destrucción moral, material, espiritual e institucional de nuestro país y es así como pasamos del sartén al fuego con la incertidumbre que nos plantea este nuevo año 2020.
Incertidumbre que rodea prácticamente cada área de nuestras vidas, ya que a la falta de confianza que generó la pérdida del imperio de la Ley, se le sumaron a ello, la falta de certezas en la inversión, en las empresas, teniendo un importante descenso en el indicador mensual de confianza empresarial, lo que lleva consigo sin lugar a dudas, una fuerte inseguridad en los trabajadores, al perder la confianza y al no tener la certeza de si conservarán su trabajo debido al miedo que les genera el perder su trabajo ante las bajas proyecciones de crecimiento económico que se ha generado tras el conflicto.
Si a lo anterior le sumamos la falta de seguridad y confianza en el proceso de cambio de la Constitución, el de tener que hipotecar nuestro futuro, de entregar una hoja en blanco para que los principales gestores de la violencia que se ha suscitado en nuestro país decidan el cómo podemos y debemos vivir, “quita el sueño” a cualquiera; pues como muy bien dijo el abogado Pablo Rodríguez Grez “una nueva Constitución que por lo demás tendría como certificado de nacimiento la violencia, el pillaje, el vandalismo y el saqueo del cual hemos sido víctima en los últimos meses como nunca ha ocurrido antes y la incertidumbre respecto de quienes son los responsables, es bien poco lo que se puede esperar del futuro.”.
Al menos yo no estoy dispuesta a hipotecar el futuro de mis hijos, nietos, amigos, familia, el mío y el de la patria misma, yo digo Rechazo el 26 de abril, que por lo demás el sólo hecho de redactar una nueva Constitución le costaría al país cerca de los 200 mil millones de pesos, dinero que sin lugar a dudas se podría utilizar para contribuir a resolver en parte algunos problemas sociales del país y que por lo demás, como ya he dicho anteriormente, nuestra Carta Magna no es un libro de buenos deseos, el cambiarla, no resolverá, ni eliminará la pobreza, ni la desigualdad, ni mucho menos los problemas sociales, palabras que también dijo Andrés Velasco, al referirse que “en Chile no hay pobreza ni desigualdad por culpa de la Constitución” y que una nueva Carta Magna en nada lo solucionaría, así que no dejemos que nos cuenten un mal cuento.
Susana Verdugo Baraona
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