
Para él arreglar una máquina de coser, cualquiera sea su estado de deterioro, es coser y cantar y se la entrega al cliente en cosa de pocas horas .
Tiene su puesto de trabajo en uno de los pasillos interiores de la Feria Modelo de Ovalle, a pocos metros del puesto de libros de ese recinto comercial. Ahí, mientras trabaja conversa con los clientes o con quienes se le pongan a mano. Porque a don Juan, además de dársele bien el arreglo de máquinas, se le da bien la charla.
70 años, casado, dos hijos, aprendió el oficio en el antiguo Inacap de Santiago, y desde entonces en distintas ciudades se ha desempeñado en ese oficio, entre estas Coquimbo y La Serena.
Ahora desde hace cinco años se instaló en la Feria Modelo de Ovalle a esperar que llegue un cliente a dejarle una máquina para reparar, o bien reparar o armar alguna cuyas piezas las ha ido adquiriendo en distintos lugares de la zona, por ejemplo los mercados o ferias persas donde, asegura, se encuentra de todo. Luego las vende a algún cliente que se interese en ellas.
Dice que si bien las máquinas de coser han ido evolucionando con los años, desde las antiguas y grandes que eran movidas por una especie de pedal, hasta las nuevas que son operadas con una manivela o bien electrónicamente, estas conservan los aspectos básicos. Ninguna para él tiene misterios y en cosa de un par de horas ya la tiene abierta y reparada para entregársela a sus dueños o para la venta.
Nos muestra son maravillas que tiene en el local, que son una Singer construidas en Chicago, Estados Unidos, una en 1840 y la otra recién en 1950.
En su opinión en todas las casas de la ciudad hay una máquina de coser que, llegado un momento, cumplida su vida útil necesita una reparación. Entonces ahí está él para atender esta necesidad en uno de los oficios que se niega porfiadamente a desaparecer.
M.B.I.