Cuenta una antigua leyenda que al Viejito Pascuero le gusta mucho practicar Ajedrez. En cierta ocasión, mientras se preparaba para iniciar el reparto de juguetes navideños para todos los niños del mundo, recibió un WhatsApp invitándolo a una partida. El desafiante era un recién llegado al Polo Norte, nadie lo conocía y se vanagloriaba de vencer a cualquiera en el tablero blanquinegro de 64 casillas.
Varios de sus duendes ayudantes le advirtieron que aquel desconocido jugaba muy bien al Ajedrez y no era fácil vencerlo por su experticia en los finales, el medio juego y las aperturas. Además, le advirtieron que cualquier partida se podría prolongar demasiado y ya se acercaba la hora de iniciar el reparto a todos los niños que le habían enviado cartas pidiéndole diversos regalos. La verdad, solicitaban pocos juguetes. La mayoría, celulares, barbies y juegos para computadores. Pocos camiones, pocas bicicletas, dos o tres balones, ninguna cocina, una que otra muñeca tradicional y ningún libro, en fin, para qué discutir respecto los gustos infantiles actuales.
El conocido conductor del trineo se tenía mucha fe. Hizo caso omiso de aquellas advertencias. Estaba consciente que él también era bueno para el deporte-ciencia.
De hecho, contaba que nunca le habían dado un jaque-mate y que sólo dos veces en su vida le habían sacado tablas. La primera, cuando aprovechó de jugar contra San Pedro y luego contra el arcángel Miguel en una de sus tantas visitas al cielo. También contó de una partida que quedó inconclusa con un ex gerente de un banco de Talca que tuvo que esconderse para que no lo metieran preso.
Al final, fue y aceptó gustoso el desafío de aquel extraño quien ahora exigió que el ganador se quedaría con todos los juguetes, el trineo y los renos.
Nuevas advertencias de los duendes ayudantes, pero todo fue en vano. El Viejito Pascuero, sin pensarlo mucho, aceptó y se dio comienzo a la partida en la cual le tocó llevar las piezas negras.
Todos los juguetes, los renos y el trineo estaban ahora en peligro y dependían de la inteligencia del hombre de traje rojo. Si perdía, ningún niño iba a recibir su obsequio y los renos, con toda seguridad, serían convertidos en jamón los más jóvenes, y en vienesas de supermercado los otros.
Empezó la partida. Silencio total en el salón. En la jugada treinta y tres se llegó a la posición que ilustra el diagrama siguiente:
Nuestro amigo Viejito Pascuero tiene siete piezas contra seis de su enigmático adversario.
Pero sabemos que las piezas valen por su posición en el tablero.
Hay nerviosismo en el público asistente. Se continúa así:
1.-¦xg7+ ¢f6 2.-£xc6+ ¦xc6 3.-¦xc6+ £d6 4.-¦xd6+ cxd6
5.-¤c7 -d5 (Única respuesta)
6.-¤xd5+
Después de este jaque los duendes lloraban de pena porque veían que la derrota de su jefe era inminente.
6…¢e6 (De nuevo respuesta única)
7.-¦e7 JAQUE MATE
Y el desconocido al dar JAQUE MATE con su Torre da forma, sin quererlo, al signo de la cruz.
Y por eso debe huir despavorido lanzando un feroz alarido de rabia y espanto porque era el mismísimo Demonio.
Así nuestro Viejito Pascuero se salvó de una derrota en el tablero e inmediatamente se subió a su trineo y comenzó a repartir su preciada carga para felicidad de todos los niños del mundo.
Se comenta que aquel demonio terminó refugiándose en Punta Peuco.
Iván Anticevic B.