Sólo hay dos en Ovalle que se dedican a este ya casi desaparecido rubro comercial. Una en calle Vicuña Mackenna, entre Tamaya y Santiago, y la otra en calle Maestranza, a pasos de calle Antofagasta: la Quincallería Olivares.
Cuando ingresamos a ella, atraídos por la curiosidad, se nos abre un mundo increíble, y mientras el propietario atiende a un cliente en uno de los mostradores, recorremos los atiborrados pasillos del local observando con asombro la mercadería. Sin orden ni concierto, se amontonan antiguas tinas de baño, catres de metal, lavamanos, sillas, , y colgando sobre nuestras cabezas decenas de lámparas de todos tamaños y formas. En tanto en los estantes se observa la más increíble variedad de mercadería, la mayor parte de segunda mano: desde un tornillo, un interruptor, hasta herramientas, candados, cadenas, guantes de trabajo figuras de animales de bronce, etc.
La verdad es que podríamos pasar toda una semana revisando la mercadería sin terminar de conocerla toda.
El dueño es William Olivares, ex alumno del antiguo Liceo de Hombres de Ovalle y ex funcionario bancario, que atiende el local desde hace diez años cuando lo adquirió para acomodarlo a sus necesidades, luego de estar en el rubro en locales arrendados otros 20 años.
Primero, recuerda, empezó comerciando mercadería de origen chino, pero al poco tiempo , con la llegada del retail, debió afrontar una competencia difícil de enfrentar. “Yo tenía un producto de 5.000 pesos, pero la gente prefería ir a una de estas tiendas a comprarlo en cinco cuotas, aunque tuviera que pagar el doble por él. ¿Cómo podía competir con eso?”, dice.
Entonces de manera gradual fue derivando a mercería y finalmente a quincallería , rubro comercial relacionado con trastos viejos, en especial con las herramientas, recipientes y artefactos de metal como cobre, latón, hierro, zinc, hojalata, muebles antiguos de desecho, o deshechos de la industria metalúrgica, en hierro, acero, cobre, plomo, aluminio, etc.
Aunque una buena parte de su mercadería es de primera mano (de hecho mientras estamos en el local atiende a un vendedor) , una parte no menor proviene de la adquisición de productos de segunda mano, que él ayuda a restaurar, y luego vende a precios razonables. sólo hay que armarse de paciencia para descubrirlos.
“Como en todo negocio, hay días buenos, otros no tanto y otros malos, Pero sirve para irse moviendo”, reconoce.
EL NOVEDOSO SISTEMA DE ILUMINACION
Además los costos no son tan elevados. Tiene una sola empleada (que en estos días hace uso de una licencia médica), y un ahorro significativo es el sistema de iluminación casi absolutamente natural del local. Toda la techumbre del gran galpón tiene una cubierta transparente, protegida por una gruesa malla de fierro y alambre. “Es muy poco lo que uso la luz eléctrica, y por eso las cuentas no son muy altas, en comparación a otros negocios”, dice .
Cuando nos marchamos, asumimos el compromiso de volver con mas tiempo para rebuscar en toda la increíble variedad de productos en oferta para descubrir eso que estábamos necesitando en la casa o en la oficina. Nos parece ver un mueble para computador que no se vería mal en un rincón de nuestra oficina. Y una lámpara para colgarla a un costado de la puerta de entrada, una rejilla para evitar que las perritas ingresen a la casa al menor descuido, la rueda que le falta a la cama de nuestra nieta mayor que se extravió en alguna parte. Una pequeña restaurada y quedarían como nuevos. En fin, hay para rato.
M.B.I.