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El Milagro del Desierto

Todo comenzó con un viaje. Hernán Rivera Letelier es amante del cine, y a mediados de los sesentas vio en las noticias que daban antes de las películas que los jóvenes del mundo estaban saliendo a las calles, que la revolución de las flores, los hippies y el amor libre comenzaba a tomarse el mundo. Él no se quería perder todo eso. Se fabricó una mochila de tela verde, se la puso al hombro y se fue a recorrer la patria grande.

Estuvo casi 5 años de mochilero. Regando sus sentidos de cosas nuevas y maravillosas. Disfrutando la ruta y el camino. En ese viaje se dio cuenta que le gustaba escribir, que tenía muchas cosas que decir.

Su viaje se cortó abruptamente en 1973. Ya no se podía hacer más dedo, así que Hernán volvió a su casa, a la pampa, a trabajar en lo que había trabajado su padre. Con el destino seguro de vivir de minero, y morir de silicosis.

Nadie leía a su alrededor, nadie escribía. La poesía fue un territorio que el caminó sólo en las planicies eternas del desierto más duro del mundo. Pero su pasión por la forma, por el arte, y por la poesía fue fuerte como el sol inclemente de las pampas, y profundo como el frío que cala los huesos en las noches de las oficinas salitreras.

En ese contexto Rivera Letelier soñó que los cuentos de la pampa podían ser leídos en todo el mundo, a pesar que él solamente estudió hasta sexto básico.

A los 44 años se dio a conocer de manera nacional con “La Reina Isabel cantaba rancheras” y de ahí para adelante no paró. Sus libros han sido traducidos a 21 idiomas, y Rivera Letelier ha recorrido el mundo contando y cantándole a la pampa, recibiendo premios y honores.

Tan abrupta fue su irrupción, que muchos de los intelectuales chilenos dudaban que un minero de 44 años con apenas sexto año básico cursado pudiese escribir y contar de esa manera.

La Pampa es su Macondo y ahí Rivera Letelier habla de todo: amores, fútbol, bohemia, burdeles, hechos históricos, bailes, cine; pero principalmente desmenuza la esencia de las mujeres y los hombres de ese mundo que contado por él se torna mágico. Desmenuza y desentraña; describe con sutileza y humor un mundo donde siempre les pasan cosas extraordinarias, a gentes extraordinarias.

La magia abunda en sus libros, el duende siempre está presente.

Es un autor universal que llegó tardíamente, pero es parte del Boom Latinoamericano. Es nuestro Rulfo, nuestro García Márquez, nuestro Cortázar, nuestro Vargas Llosa.

Le gusta viajar, pero para vivir sigue prefiriendo la pampa, Antofagasta. “Allá está la gente que me quiere, y la gente que yo quiero”.

A Alexis Sánchez, alguien le dijo alguna vez “el milagro del desierto”. Pero en la pampa tocopillana como en todo Chile y en casi todo el mundo, todos juegan a la pelota. Sin desmerecer al Niño Maravilla, este otro milagro que se llama Hernán Rivera Letelier logró trascender en otra disciplina del arte, pero sin un ambiente propicio, sin nadie que lo impulsara, que lo ayudara a hacerlo. Eso sí que es un milagro.

El milagro del desierto, Hernán Rivera Letelier, estuvo ayer conversando de lo humano y lo divino en la junta de vecinos de Pueblo Hundido en Monte Patria. Su hija vive ahí, así se impulsó el encuentro. Fue un lujo tremendo tenerlo en el Valle del Limarí.

Ignacio González Mas

Periodista

N. de la E:

Este artículo  fue publicado en OvalleHOY el 06 de junio de 2018 y lo volvemos a publicar sumándonos a la alegría porque el escritor pampino, que visitó tantas veces nuestra ciudad,  hubiera recibido el Premio Nacional de Literatura 2022.

Periodista Ignacio Gonzalez Mas.
OvalleHoy.cl