Tal vez la jornada cívica que se vivió el cinco de octubre de 1988, sea la única oportunidad en que el pueblo de Chile, sintió un formidable entusiasmo por resolver una trabazón político- social de gigantesca envergadura.
Los locales de votación se hicieron chicos para recibir la voluntad ciudadana resuelta y pacífica de esa jornada. En los días previos la conversación giraba en torno a saber si el plebiscito terminaba en violencia o en un abrazo ciudadano que nos llevaría a reconocernos primero como chilenos y muy después como militantes.
Es difícil imaginarse que habrá pasado en la intimidad de esos cuatro hombres que tenían en sus manos reconocer o repudiar los resultados de las urnas. Se puede elucubrar mucho pero la noche del cinco estuvo hecha de estupor, dudas, y vacilaciones; fue el General Fernando Mattei quien cortó el nudo ciego de las circunstancias con su frase lapidaria, “le voy a quitar el espolón a la bomba, ” pues. ”Tengo bastante claro que ha ganado el NO” y con eso aceptaba el triunfo del NO y, para quienes pensaban en desconocer el resultado dio rumbo a los acontecimientos posteriores, determinó, con claridad, que los hombres de armas no se harían cargo de la aventura grotesca de desconocer el resultado, eternizando la dictadura cívico militar de Pinochet.
Lo que vino después fue una gran fiesta nacional. Desaparecieron las amenazas, volvió la confianza, comenzó a evaporarse el miedo, se escucharon voces amables, que no intentaban imponer, sino consensuar, pero en el trasfondo del alma chilena quedaba el tremendo drama de los detenidos desaparecidos, de las formas que tomó su detención, de las torturas, el sufrimiento de sus familiares y también el alma quebrada de aquellos jóvenes soldados que no tuvieron otro camino que la obediencia para realizar prácticas horribles con sus hermanos.
Dicen que el tiempo todo lo borra y se encarga de poner las cosas en el sitios correspondiente ,es ya oportuno que intentemos comprender a esos soldados jóvenes que cargan con culpas ajenas y que han hecho de su vida un calvario.
La voluntad que se expresó el cinco de octubre, fue amasándose con lentitud y en gran medida la honestidad de quienes participaban en estas tareas fue la levadura que levantó a la animosa gente del NO quienes no contaban con recursos, salvo su convicción.
Veintinueve años después, la política ha vuelto a sus marcas normales. La pasta de apóstol que había en cada uno de los protagonistas del NO comenzó a desaparecer y en su remplazo se instaló el cálculo mercantil que ha llevado a este país confiado, optimista, entregado a la desilusión y egoísmo. Extrañamos la presencia de políticos que, de verdad, piensen un país que es de ellos y también ajeno, hombres que sean capaces de modificar las cosas, de tornarlas en públicas y no en propias. Seguramente la humanidad ha pasado muchas veces por circunstancias como esta y, siempre ha habido el hombre claro y decidido que ha imaginado el futuro y ha tenido la voluntad recia de hacerlo realidad.
Tal vez este hombre se encuentre en aquellos que tienen la misma madera de los defensores del NO , quienes no luchaban tanto por derrotar la tendencia contraria, como por resaltar nuevamente entre nosotros la forma democrática de gobierno, con dignidad de las personas y respeto a los derechos humanos.
Iván Ramírez Araya
Tongoy,
5 de octubre 2017