Dos hechos en los últimos días nos dan cuenta que de rey a paje, en la perla del Limarí no están asimilando que las cosas cambiaron y que hay que girar el interruptor.
Hace unos días, un hombre de 20 años asaltó a una estudiante de 14, hecho que reportamos en este medio y que, si no hubiese sido por una reflexión del encargado de conducir la audiencia de control de detención del sujeto, no habría pasado de ser un hecho policial más.
Al magistrado, si bien dio por acreditada la participación del imputado en el delito de Robo con Intimidación, puso en duda la calificación del mismo señalando que le parecía «cuestionable» que la víctima hubiere podido ser “intimidada” por otro joven, «un poco mayor que ella», sin que le mostraran un arma.
¿No logra imaginar el miedo paralizante de una chiquilla de 14 años que corre riesgo de violación solo por el hecho de ser mujer, cuando un hombre de 20 años, se le acerca amenazante? ¿No logra empatizar con cómo se siente la empleada administrativa con el jefe agarrando la cadera y algo más, amparado en eso, ser… «el jefe»? ¿No ve el abuso del compañero de labores, que haciéndose el chistoso, toma sin descaro el muslo de la colega y suelta el comentario desubicado acerca de su aspecto físico?
Si no logra visualizarlo, parece que falta calle. Y varias cosas más.
Y se suma la reacción de una ex autoridad comunal y ex postulante al concejo comunal de Ovalle, que con un lenguaje de un bajísimo nivel interpela a una usuaria de la red Social Facebook, tras una conversación que derivó en discusión y que zanja (es un decir) con una frase desafortunada y cargada de machismo.
En declaraciones a nuestro medio, el denunciado, justificó su actuar, acusando un supuesto delito de calumnias e injurias con publicidad de la contraparte. Pero, ¿sabe qué? Injustificable. Ni con delito ni nunca.
Y entonces, cuando se mira lo que pasa en el mundo, que éste realiza un giro del que no hay retroceso, con denuncias por acoso a situaciones que estaban naturalizadas y si usted y yo miramos hacía nuestro entorno, queda la sensación que en Ovalle, de rey a paje, no se está entendiendo nada.
Por Angelo Lancellotti González
Director
